La recompensa: verlos sonreír

Andrés Rodelo

LA PATRIA | MANIZALES

A William Siekavizza lo conmovió la historia de un niño de siete años que vendía dulces en las afueras del Parque Caldas, de Manizales. En la mañana del 24 de diciembre del 2009 se acercó a su madre, quien lo acompañaba. “¿Puedo llevarlo a la casa para darle almuerzo y un regalo?”, le preguntó y ella accedió.

Al principio se mostró tímido, recuerda William. “Le dimos confianza y empezó a jugar. En la casa le dimos el obsequio y lo llevamos por la tarde a donde la mamá”. De allí en adelante se propuso donar regalos a los más necesitados, impulsado por la satisfacción reflejada en los ojos de ese niño.

Sus cuatro hijos y su nieto acumularon este año siete diciembres llevando alegría, al punto de que se ha convertido en un ritual que no puede faltar: cada uno pone dinero y compran de 70 a 80 regalos entre el 5 y el 7 de diciembre. “Hemos repartido en los barrios Nevado y Galán”.

La causa trascendió fronteras el año pasado. “Estuvimos en Herveo (Tolima), pues la esposa de un hijo mío es de allá. Generalmente compramos bombones y galletas para repartir. Me conmovió mucho el caso de un niño que nos dijo que era su primer regalo de Navidad. Tenía 5 años”.

Durante la repartición, su hijo Víctor Manuel se disfraza de Papá Noel. Previamente elaboran una lista con los nombres de los niños. “Llevamos dos o tres regalos más, porque aparecen unos que no estaban en la lista. Hace poco repartimos en El Galán, en donde los policías del CAI nos colaboraron mucho con la tarea”.

Allí lo sorprendió un pequeño que no se conformó con destapar su regalo de inmediato, sino que se lo puso sin pensarlo dos veces. “Le obsequiamos un casco con unas herramientas. Cuando menos pensamos tenía la vestimenta puesta y el juego de herramientas colgado”.

La recompensa de la causa es invaluable, comenta. “Eso es una belleza cuando reciben los detalles. La felicidad que uno siente al ver que los destapan es algo indescriptible”, dice William.