Jorge Abel Carmona Morales*
La novena película del director estadounidense nacido en Knoxville, Tennessee, en 1963, Quentin Tarantino, es una obra cargada de nostalgia y es el preámbulo a una despedida definitiva, cuyos trazos él viene dando hace unos años y cuya concreción puede privarnos de los trabajos de uno de los autores más relevantes para el mundo audiovisual de las últimas tres décadas.
Érase una vez en Hollywood recuerda, homenajea y enseña sobre el universo cinematográfico tomando el ocaso de una época dorada de Hollywood, finales de la década del sesenta del siglo anterior, en cuyo seno también se prepara el fin de una cultura que tantos réditos le dio a la vida de una época. Los personajes fueron tomados de actores reales de bajo perfil, pero paradigmáticos del mundo que construyeron las bases del cine de ese momento, como por ejemplo, el del western, del cual, Rick Dalton, personaje ficticio, es una figura en franca picada aunque haya logrado algún grado de notoriedad. O el del doble Cliff Booth, mano derecha del actor que presenta una personalidad recia, fruto de su paso por el ejército estadounidense que participó en la guerra de Corea. El primero es inspirado en el actor Ty Hardin que brilló en la televisión de ese momento pero que en el cine no alcanzó a cuajar una carrera de superestrella como la de otros actores a los cuales Dalton admira, como el de Steve McQueen, cuyos trabajos eran elaborados a través de escenas de acción para las cuales no necesitaba dobles. El segundo, es inspirado en el doble, director y actor Hal Needham, un profesional del cine de acción, mejor amigo y doble de Burt Reynolds que fue homenajeado en el año 2012 cuando la Academia le concedió un Oscar Honorífico por sus contribuciones al mundo cinematográfico.
También hay un homenaje póstumo a una de las actrices más prometedoras de la época, la joven Sharon Tate, muerta trágicamente por la locura de los seguidores de Charles Manson, denominada “La familia”, caricaturizada por Tarantino. Tate era la esposa embarazada del director polaco Roman Polansky, que por aquellos días se encontraba trabajando en Europa. Su encanto queda inmortalizado por la interpretación del nuevo fetiche del director estadounidense, Margot Robbie. La actuación de ésta brilla en la casa cuando reposa, o en la fiesta cuando baila desenfadadamente con otros invitados de gala, al lado de estrellas como McQueen, o su mejor amigo el peluquero Jay Sebring, interpretado por Emile Hirsch. Parece que la muerte de Sharon es también el deceso de los artistas que siguieron viviendo a la sombra de las estrellas, que habitaban los mismos condominios sin reparar en ello por parte de éstos, mostrando así unas diferencias de estrato entre los mismos compañeros de oficio.
Otras dos estrellas sobresalen en la película, el trágico actor James Stacy, interpretado por Timothy Oliphant, que es mostrado como un paciente actor ensayando una escena con Rick Dalton, el otro es Wayne Maunder de la serie televisiva gringa Lancer, interpretado por el recientemente desaparecido Luke Perry, conocido en los noventa como el “chico malo” de la serie de televisión Beverly Hills 90.2.10. Finalmente, encontramos a Martin Schwarzs, un representante de actores como Burt Reynolds y Steve McQueen que en la película es interpretado por Al Pacino y, el personaje de Bruce Lee, que aparece como un actor arrogante, humillado públicamente por Booth en una pelea que cazan ambos en un set de rodaje.
En Erase una vez en Hollywood, Quentin Tarantino, muestra su enorme amor al medio cinematográfico, rindiendo homenaje a todas estas estrellas emergentes y a “las piezas” que han configurado este universo que también ha dejado a uno de sus más valiosos cultores. La escena de Dalton y Stacey es una elaboración de digna maestría por los tenues movimientos de cámara que muestran las perspectivas de cada uno de los personajes creando una atmósfera psicológica que Dalton termina por sortear adecuadamente. Esas pequeñas fallas de Dalton son parte de la historia, pero no una acusación de falta de talento. Además, el encuentro de Booth con los miembros de “La familia”, está cargado de una gran tensión propia del thriller pero resuelta a lo Tarantino, con situaciones disparatadas repletas de violencia física que se balancean entre el humor y la condescendencia.
El movimiento hippie es motivo de burla por parte de los conservadores representados por los militares que veían el movimiento como un circo pasajero. En esas escenas, el encuentro entre Booth y George Spahn, famoso por prestar sus predios a productores cinematográficos para rodar algunas películas, baja la tensión a la sospecha del doble. El humor se encarga de reducir el miedo construido previamente por el director que se conmueve cuando Spahn agradece la visita de un antiguo colega que se acuerda de él y luego, en un gesto de desdén, sigue durmiendo sin que nada lo perturbe. La última de las escenas que se destaca es la de Dalton bailando ye-ye con Lana St. Edmund, una doble reconocida y bien paga, en el show rival de “The Mamas and The Papas”, “Hullabaloo” emitido por la NBC en los años sesenta. Finalmente, una de las últimas escenas muestra a los miembros de la secta de Manson en la casa de Dalton, intentando rendir venganza por las humillaciones de Booth. Una perra pitbull y la pericia del doble se encargan de matar a los asesinos que terminan como bufones. Esa orgia de violencia vertiginosa da fin a una intensidad dramática que el director ha mostrado durante toda la película un modo de vida que fenece. Eso también es Tarantino, pero no lo único.
Ojalá Tarantino juegue con nosotros y nos permita seguir apreciando su talento con nuevas ideas y nuevos universos cinematográficos que constituyen sus películas. Érase una vez en Hollywood esta cargada de nostalgia, es un canto a la memoria de un medio que ama como ninguno. Su talento cinematográfico está al servicio de revivir épocas, de ampliar la mirada de las personas a través del recuerdo, de encender las luces de la cultura por medio de la remembranza cinematográfica, íntimamente ligada al devenir de la cultura.
*Antropólogo. Magister en Filosofía. Universidad de Caldas.
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