Sara Gómez Armas
Cotabato (Filipinas), 21 ene (EFE).- Cansados de violencia y de la falta de perspectivas, la comunidad musulmana del sur de Filipinas acudió hoy a las urnas con entusiasmo, para ratificar en plebiscito un acuerdo de paz largamente esperado con grupos separatistas.
"Voy a votar que sí porque es un día muy importante para nosotros los moros (como se llama en Filipinas a los musulmanes). Votamos por nuestra libertad", declaró a Efe Husniya Ismail, de 44 años, que hoy llevaba su hiyab "más bonito" de seda azul.
Más de dos millones de filipinos están llamados hoy a las urnas para decidir si aceptan convertirse en una región más autónoma, bautizada Bangsamoro, una solución de paz acordada en 2014 con los rebeldes del Frente Moro de Liberación Islámica (FMLI).
Esa nueva región, que ocupará gran parte de los territorios de lo que se conoce como Mindanao musulmán, tendrá autonomía fiscal, además su propia fuerza de seguridad, parlamento y un sistema de justicia que integrará preceptos islámicos.
"Inshallah (si Dios quiere, en árabe), Bangsamoro será una tierra pacífica", deseó Ismail antes de votar en uno de los colegios electorales de Datu Odin Sinsuat, provincia de Maguindanao.
Esta ama de casa, que sueña con abrir un restaurante, asegura que no ha sido fácil la vida en la Región Autónoma del Mindanao Musulmán (ARMM) -que será absorbida por Bangsamoro si vence el sí en el plebiscito-, donde los centros de evacuación están repletos de desplazados por culpa de la violencia y el terrorismo.
Anhela una región con recursos, acceso a la educación y un trabajo digno para que sus tres hijos adolescentes puedan labrarse un futuro sin emigrar, como tuvo que hacer ella de joven, que trabajó de empleada del hogar en Kuwait, Abu Dhabi y Omán.
"Emigrar ha sido durante décadas la única salida de la mayoría de nosotros", lamentó Ismail, que depositó su voto a primera hora de la mañana para evitar las largas colas que se formaron poco después, en parte por los fuertes controles de seguridad a la entrada.
En el mismo colegio, Mario Albino, de 63 años, cuenta que va a votar sí porque quiere "una región en paz" para sus hijos y nietos, pero admite que no está de acuerdo con que los excombatientes del MILF integren automáticamente la Comisión de Transición que gobernará el Bangsamoro hasta que se celebren elecciones en 2022.
"Ya tenemos las Fuerzas Armadas, no necesitamos más combatientes o militares", confesó Albino, escéptico sobre el salto a la política del MILF, que sin embargo cuenta con el respaldo del Gobierno de Duterte y gran parte de los habitantes de ARMM.
A escasos kilómetros, en el centro de Cotabato -ciudad que no pertenece a ARMM pero hoy vota si se integra en la nueva región-, Alano Cabile, de 60 años, ve la Ley de Autonomía del Bangsamoro como "una oportunidad para la paz".
"La violencia ha sido un grave problema para los moros durante décadas. Hemos sufrido evacuaciones, daños en nuestras propiedades y hemos sido testigos de la muerte de demasiados civiles. No podemos permitir eso más tiempo", relató.
Cabile se mudó junto con su familia a Cotabato en 1976 desde su natal Gatopia, una localidad de Maguindanao arrasada por la guerra donde vio morir a familiares y amigos: "Aquí todo el mundo está hambriento de paz y cambio".
Para Almihim Candao, 21 años, la Ley del Bangsamoro es un camino hacia la paz y permitirá el desarrollo económico de la región, en especial porque se va a incrementar la dotación presupuestaria para educación, "algo vital para el horizonte de los jóvenes".
"Muchos de nosotros no hemos podido ir a la escuela regularmente por la amenaza de la violencia", señaló Candao, que en 2005 perdió a su hermano mayor, víctima colateral de la guerra con 17 años.
Cotabato, con unos 300.000 habitantes, será la capital de Bangsamoro si se ratifica la ley, ya que se trata de la ciudad más desarrollada y con una administración eficiente en la zona, que funciona de facto como capital de ARMM y está cerca del campamento donde se ubica el comando central del FMLI en Sultan Kudarat.
Sin embargo, no todo el mundo en Cotabato está a favor del Bangsamoro, especialmente entre el 65 % de su población cristiana, un colectivo que en general ostenta mayor poder económico y que teme que la nueva norma les discrimine o culmine en la imposición de la "sharia" o ley islámica.
En los colegios electorales, algunos cristianos confesaron a regañadientes que iban a votar por el no, reacios a decirlo en voz alta y revelar su nombre en una ciudad donde tradicionalmente las dos religiones han convivido en paz.
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