Como ocurre con los fenómenos sociales, el cuadro irá tomando colores y formas diversas a medida que pasan los días. Acá, unos primeros rasgos.
Con el vertiginoso ritmo de los acontecimientos, dos semanas parecen mucho tiempo. Sin embargo, es un lapso breve para poder tener un panorama claro sobre lo que ocurrió en términos de comunicación política en las elecciones del 27 de octubre pasado que permitieron elegir 1.101 alcaldes, 32 gobernadores, 1.101 concejos municipales, 32 asambleas departamentales y 1.040 juntas administradoras locales.
A partir de los actores habituales de la comunicación política podrían adelantarse, en todo caso, los siguientes seis brochazos:
Las campañas siguen haciéndose alrededor de las personas antes que de los partidos. Esto puede verse en tres situaciones. En primer lugar, cuando alrededor de un nombre se juntaron casi todos los partidos con representación nacional importante, lo ocurrido en Cundinamarca con la candidatura del ganador, Nicolás García, y en Bogotá, con Miguel Uribe. En estos casos, los estilos propios del marketing electoral desgastaron la estructura de los partidos, que aparecieron como unos armatostes rígidos que dificultan los contoneos y gambetas que un proceso electoral requiere con frecuencia.
Lo anterior explica que incluso donde fueron abiertamente representantes de grupos asociados a partidos clásicos, los candidatos decidieron transitar los llamados “corredores de opinión”, los espacios propios de quienes no pertenecen a cuadros partidistas.
En segunda instancia, los partidos se debilitaron cuando algunos candidatos quisieron aparecer como independientes, así tuvieran conexiones que poco a poco se fueron descubriendo con las sempiternas maquinarias electorales, como sucedió con Galán, en Bogotá, y Caicedo, en el departamento del Magdalena.
La tercera cuestión que favoreció a los personajes y menoscabó a los partidos, fue la asociación que varios candidatos decidieron hacer con líderes nacionales. Quienes en regiones y en ciudades se presentaron como extensiones de Uribe, Petro o Fajardo antes que como candidatos con programa propio, contribuyeron de alguna manera a impulsar una política alrededor de caudillos antes que de partidos. En términos electorales, eso dio buenos frutos en algunos sitios y acabó en fracaso en otros lugares. Lo cierto es que siempre minaron los partidos.
Esa intensificación del caudillismo también tuvo sus versiones regionales y locales con líderes que están buscando una proyección nacional, como Char en el Atlántico, Hernández en Santander y Toro en el Valle del Cauca.
La tercera cuestión que favoreció a los personajes y menoscabó a los partidos, fue la asociación que varios candidatos decidieron hacer con líderes nacionales.
Las elecciones son uno de los asuntos que a los medios informativos más les interesa cubrir. Lamentablemente antes que por una inclinación a mejorar la deliberación pública esto ocurre muchas veces porque van tomando un carácter de controversia, de peleas, de prevalencia de lo negativo sobre lo positivo, que se asocia a una de las formas que más réditos da a los medios informativos en materia de audiencia.
Además de las encuestas y los debates, sobre lo que no me referiré en este texto, para atraer la atención de los públicos los medios relatan historias de vida antes que programas políticos. En estas elecciones esto apareció de nuevo, acudiendo, sin embargo, a una serie de ayudas narrativas que le dieron otro matiz.
El Tiempo, por ejemplo, decidió entrevistar a los candidatos a la alcaldía de la capital del país en #LaRolitaPorBogotá. Otros medios optaron por hacer preguntas acudiendo a las redes sociales. En general, sin embargo, independientemente de la plataforma empleada, se siguió privilegiando un cubrimiento superficial, como el famoso de carrera de caballos, que informa acerca de quién va ganando la competencia en lugar de dirigir los focos hacia los programas de los candidatos.
Tal vez la única innovación que merece la pena destacar fue la del trabajo de varios medios para convertirse en verificadores de la información que circuló en los medios sociales y en otros espacios de los discursos públicos. Hubo esfuerzos individuales y trabajo conjunto para evitar las invenciones de noticias. Los acuerdos de cerca de una veintena de medios con la Misión de Observación Electoral y con la Registraduría Nacional fueron muestra de ello.
Aunque apenas están en ciernes, no es algo menor para los medios en tiempos en los que buscan recuperar su credibilidad, pues como lo apuntaban Kovach y Rosenstiel en Los elementos del periodismo, lo que distingue al periodismo de otras modalidades de comunicación es la idea de que siempre se verifica la información.A parte de esas iniciativas, la información estuvo marcada por el habitual tono espectacular: los datos desconocidos de los alcaldes, los seguidores más fieles de los candidatos a alcaldes, las parejas de candidatos y candidatas. En suma, las curiosidades primaron en vez del escrutinio de los contenidos de los programas o de las declaraciones. Esto sucedió incluso en la mayoría de los nuevos portales, con valiosas excepciones como La Silla Vacía, Colombia Check y Cuestión pública.
Los nuevos recursos tecnológicos pueden ser una valiosa oportunidad para abandonar ciertas prácticas dañinas para el periodismo. Sin embargo, resulta que varios elementos predominantes desde hace muchos años en la cultura noticiosa se han repotenciado con las tecnologías más recientes.
Así, el inmediatismo y las ya apuntadas espectacularización y aproximación confrontacional del proceso electoral, han dado lugar a que prevalezca una presentación emocional de los comicios regionales y locales, que es la que quieren imponer los señores del marketing electoral y el marketing político, interesados en que todo el andamiaje comunicacional gire alrededor de sus productos electorales, los candidatos y las promesas de campaña con mensajes reiteradamente personalistas.
Tal situación no favorece una deliberación pública que trascienda frases y banalidades que aparecen en los eslóganes y las demás estrategias y herramientas del marketing.
Quizá esa cultura noticia que no cambia a pesar del empleo de nuevas plataformas es lo que sigue abriendo la puerta a las simplificaciones de la realidad cuando se usan las gafas que nos ofrecen los medios. Por esa razón, varios asuntos del proceso electoral quedan sin comprenderse bien.
Una serie de ejemplos expuestos por la profesora Elisabeth Ungar permiten ver que las informaciones entregadas por los medios en la campaña y luego de los comicios brindan ideas contrarias a las que nos ofrecen los datos más consolidados.
Ha corrido la idea en muchos análisis de que hubo mayor participación de las mujeres, que hay una renovación política (que además surgió casi que por generación espontánea) y que el sistema electoral se fortaleció por la mayor participación de votantes.
La realidad, dice Ungar, es que en estas elecciones hubo menos candidatas que hace cuatro años y disminuyó el número de mujeres elegidas en alcaldías y gobernaciones, si se compara con lo sucedido en 2015.
La baja en la representación política de las mujeres también se evidenció en los medios. Tras revisar cuatro grandes diarios nacionales, la Red Colombiana de Periodistas con Visión de Género advirtió que en el periodo electoral las mujeres fueron fuente de información en el 20% de las notas analizadas, mientras que los hombres eran la fuente en el 80% de los artículos. La representación femenina, en definitiva, sigue siendo muy precaria en política y en medios de comunicación.
En contravía a la idea de renovación que han transmitido los medios, Ungar ha subrayado que “se eligieron personas pertenecientes a clanes y cacicazgos tradicionales, muchas de ellas cuestionadas por sus vínculos con actividades ilegales, que lograron mantener sus feudos con las prácticas políticas que les han permitido perpetuarse en el poder”. Es como si los medios se negaran a ver que muchos “nuevos” llegaron auspiciados por la maquinaria y clientelismo habitual.
El voto en blanco y la proliferación de coaliciones entre partidos de diferentes y en ocasiones opuestas orillas políticas, “evidencia debilidad y oportunismo político”, al tiempo que “impide que los ciudadanos les pidan cuentas a los partidos”. Estas dos cuestiones, de acuerdo con Ungar, se oponen a la idea de que hubo un fortalecimiento del sistema electoral.
Si bien en la actualidad los medios mainstream no son los únicos espacios donde se imponen los temas de la agenda, en estas elecciones se ratificó que siguen siendo agentes centrales a la hora de desencadenar las conversaciones públicas. Buena parte de los llamados trending topic de los medios sociales aparecieron por iniciativa de medios o periodistas que trabajan en medios convencionales. Además, en los medios sociales siguieron circulando prolíficamente fragmentos de información periodística.
La idea de los medios tradicionales como validadores de la información fue también la que llevó a que muchos candidatos publicaran piezas de propaganda con un formato de periódico, en lugar de acudir a un volante, que aparecía más abiertamente publicitario.
Todos esos factores harían pensar que la influencia de la prensa y la información periodística no ha disminuido de la misma manera que han caído sus ventas y suscripciones.
Por supuesto que tampoco hay que exagerar esa situación. Los candidatos por los que pidieron el voto muchos editoriales no salieron elegidos. Esto no debe hacernos olvidar las relaciones estrechas de muchos medios con la publicidad oficial, que en ocasiones explica el manifiesto interés porque gane el candidato que les puede garantizar la pauta gubernamental.
A propósito del periodismo comprometido con las causas de candidatos antes que de los ciudadanos hay que mencionar las denuncias en varios departamentos acerca de que en chats de periodistas algunos que se presentaron como tales reclamaban en voz alta porque un candidato no les había pagado aún su ‘cuota’.
Estas elecciones ratificaron que los elementos digitales llegaron a casi todos los rincones del país y se consolidaron como la punta de lanza de las estrategias de marketing electoral. Aunque en las cuentas no siempre queda identificado, hay la sensación de que el presupuesto de esta área creció enormemente, para responder a las realidades comunicativas de hoy: cerca del 85 por ciento de los colombianos usan alguna red social y la penetración de internet hoy ronda el 80 por ciento de la población.
Por eso se emplearon con más frecuencia e intensidad los sitios web y los medios sociales en los tres momentos típicos de las campañas: posicionar a los candidatos, dar a conocer sus propuestas y explicar porqué deben votar por ellos y no por otros.
Hubo de todo, como es natural con 117.823 candidatos aspirando a 20.428 cargos de elección popular. Sin embargo, resulta evidente que los contenidos estuvieron diseñados con más cuidado que en el pasado y que mejoró la calidad de las producciones audiovisuales. Las plataformas digitales se emplearon para orquestar los distintos mensajes, ganarse la simpatía de los públicos y crear cohesión entre sus seguidores.
En casos como el alcalde electo de Cali, Jorge Iván Ospina, y el gobernador elector del Magdalena, Carlos Caicedo, los medios sociales permitieron, además, responder rápidamente a situaciones de crisis en la comunicación de sus campañas.
En varias cuentas de medios sociales, en especial en Instagram, se fue más allá de publicar la bitácora, las fotos de los eventos y las frases hechas de los programas. Se mostró a los candidatos interactuando, contando sus historias de vida, y enseñando el detrás de cámara de sus campañas. En esto fueron muy sobresalientes los casos de Carlos Fernando Galán en Bogotá y Duvalier Sánchez en el Valle del Cauca.
El uso de herramientas de análisis de medios sociales también creció para segmentar mejor los mercados de los votantes. Fue evidente que los análisis empleados en estas elecciones, que acudieron a técnicas de georreferenciación y al scraping, permitieron conocer con mayor detalle tanto la estructura de funcionamiento como la dinámica de operación de las cuentas de los medios sociales. Esto con el fin de alcanzar con distintos mensajes a votantes fieles, a seguidores espontáneos, a los abstencionistas, a los indecisos y a los que oscilan de elección en elección, según se identifiquen con una u otra propuesta o candidatura.
De las cuestiones que quedaron más claras en estas elecciones es que las campañas digitales sólo fueron exitosas cuando se acompañaron de otras movidas tradicionales, como el recorrido por las calles y la aparición en los medios mainstream.
Según el estudio de MullenLowe Group, los candidatos de la Alianza Verde fueron los que hicieron un trabajo más estratégico en redes para conectarse con las audiencias, pero al mismo tiempo, como en el caso de Claudia López, el recorrido por los barrios fue fundamental para alcanzar al electorado, para convertir en votos los like.
Para no repetir experiencias pasadas en las que campañas exitosas en las plataformas digitales quedaban sin consolidarse a la hora de los escrutinios, los candidatos acudieron a una mezcla de presencia en las redes y recorrido en los barrios. La interacción, entonces, fue multimodal.
Un caso para destacar en este sentido fue el del alcalde electo de Cúcuta para cuya campaña se creó un personaje muy exitoso en redes. “El viejito del megáfono” fue un hit en Instagram, pero eso no hubiera sido suficiente para ganar las elecciones en una ciudad muy poco conectada. Por eso Jairo Yáñez recorrió mismo tiempo palmo a palmo las calles de la capital nortesantandereana para encontrar a los ciudadanos que votan y no acceden ni entienden los medios sociales.
Por su estructura de funcionamiento menos jerárquica que los medios convencionales, las redes facilitan que los políticos se presenten más abiertamente como personas de carne y hueso. Por eso la foto con más circuló en redes durante la campaña en Cali fue la de Alejandro Eder timando la mano de su esposa, la actriz Taliana Vargas, con motivo de su aniversario de bodas, Tuvo 11.900 “me gusta” en Facebook.
En Bogotá tuvo más de 18.000 likes en Twitter la imagen de Galán el día de nacimiento de su segundo hijo, el 2 de octubre: “Se los presento, Juan Pablo Galán Deik. Nuestra primera noche juntos, empieza las trasnochadera más feliz de todas”.
Como en el mundo analógico, también puede ser un fracaso en los medios sociales llevar muy lejos la estrategia de la imagen para reducirla a un simple eslogan. Esto se vio con la campaña de Uribe Turbay en Bogotá, que siguió al pie de la letra las indicaciones de qué hacer en redes, pero pareció no convencer porque, a mi juicio, todo parecía sobre actuado. De tanto querer despertar emociones, a muchos candidatos se los vio ficticios, como si fueran algo hechizo, pero sin generar hechizo.
Unas últimas pinceladas para seguir detallando el cuadro de la comunicación política en las elecciones regioanles y locales de 2019 en Colombia:
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