¿De verdad nos agrada cumplir años? La respuesta no la tiene usted, menos yo. Ya no me queda ni tiempo para cumplir años por todo el trabajo que debo cargar el día que envejezco. Solo este año llegué de trabajar a las 2:00 a.m. del día siguiente. Aclaro: no me estoy quejando.
A mi jefe Fernando no le gusta que nadie le recuerde su cumpleaños y, mucho menos, que se “dé bomba” en redes sociales o en la oficina sobre su día. Es una sentencia china bromear al respecto. De otro lado, tengo un par de amigos que les dejan de hablar a quienes no les desean su feliz cumpleaños. Le aplican una alta dosis de drama y dificultad. Y si alguien no quiere desear el feliz cumpleaños ¿qué?
Cierto es que conforme uno se hace mayor o envejece poco importa el cumpleaños. Es más; uno prefiere celebrar otros aniversarios al propio. Hay situaciones que contribuyen a la pérdida de interés en esta fecha; quizás no tener con quién compartirlo a fondo, falta de tiempo para vivirlo bien o los siguientes escenarios que narro a continuación.
A. Cumplir un lunes o martes: Es un arma de doble filo. En consecuencia de no poder celebrar con una fiesta a inicios de semana se puede aplazar para el fin de semana o, de otro modo, nada hacer y permitir que la parranda solo sea labia y se marchite entre lunes y viernes.
B. Nacer en diciembre o la primera quincena de enero: Los capricornianos sí que sabemos de eso. Tenemos que recibir los regalos, si es que los hay, con los de Navidad. Las tías fueron las primeras en patentar tal atrevimiento, sacando por la borda todo interés en las festividades.
C. Fechar la celebración entre el 11 y 14 o 26 y 29 de cada mes. A todos nos gusta que nos celebren el día que es; no el siguiente, al fin de semana previo o siguiente. Pero, si a las cuentas del dinero vamos, quienes celebramos nuestros cumpleaños en los estertores de la quincena sabemos que pocos recursos habrá para la celebración. Aunque, debo decirlo, no todo es tan malo a como lo pinta este literal.
D. Celebrarlo en la Feria de Manizales. Es mi carga por ciclos del calendario y, aunque en mi juventud pensé que era la mejor bendición para comenzar el año con la más férrea parranda, en la adultez he sabido que es un sabor amargo. No me quejo por trabajar los días de feria; de hecho me gusta porque ya la vivo diferente, pero es tal la carga que poco tiempo queda para celebrarlo como a cualquiera le gustaría. La otra situación es que es más complejo hacer cualquier fiesta o celebración porque existen mil planes distintos entre familiares y amigos que no concuerdan.
E. Hacerlo después de la Feria de Manizales. Ese es el lado B de esta historia. Cuando el feriado termina el 8 o 9 de enero queda una agenda despejada, pero solo se avizoran bolsillos vacíos y cuerpos y estómagos fatigados del impacto de las fiestas navideñas y las parrandas feriales. Ni modo. Entre cumplir en la feria y cumplir después, escojo después. Al menos hay un poco de paz y ya estoy en edad de querer cumpleaños más reposados que locos. O al menos eso digo hoy.
F. ¿Regalos? Diré lo siguiente sin indulgencia alguna. No me trasnocha cumplir años para conseguir regalos; de hecho, es lo que menos busco. Aquí entra mi versión más adulta, la que mi jefe Fernando llama Matusalén. Pero para mí el cumpleaños es una conclusión que habla por sí sola de quienes llegaron a otro aniversario junto a mí y cuya compañía es lo que más atesoro. Por eso, el cumpleaños, cuanto más privado lo veo ahora, mejor.
G. La canción del cumpleaños: De esto ninguno ha logrado zafarse. ¿Qué no nos gusta de canción? La letra es bella: Que los cumpla feliz, que los vuelva a cumplir, que los siga cumpliendo, hasta el año 3 mil. No obstante, es el tenebroso ritmo de la canción, que comienza con esa lentitud que avergüenza, la que no nos deja disfrutar esa canción. Una buena letra con un ritmo regular, regularcito.
H. Happy birthday. Hay otros un tanto más esnobistas que prefieren la versión en inglés de la canción. Comienzan en Happy birthday to you, happy birthday to you… y como se terminó la letra, hacen una fuerte conversión al español.
I. Olvidar. Sí. Cuánta pena cuando uno pasa por alto el cumpleaños de la persona querida o del amigo estimado. Siempre hay forma de aceptar una invitación. Pero de verdad, es mejor aceptar que se olvidó la fecha antes de sacar mis excusas y justificaciones del olvido. No es necesario.
J. El pastel. El día del cumpleaños hay que comer torta, pastel, ponqué, bizcocho. Lo que quiera. Es más, póngale las velas, sople y desee. Es un efímero pasaporte para ser niños, para querer y celebrar.
Habrá más episodios críticos que se convierten en broma durante esa etapa del envejecimiento. Yo me siento ya emocionado de cumplir mis 26 años el 11 de enero que viene. Tengo que trabajar todo el día y le considero una bendición, pero es más que las personas que más quiero me exijan minutos dentro del agite del día para verse conmigo. Yo también quiero hacer lo mismo por ellas. Allí es donde uno descubre lo genuino de las relaciones humanas.
También termino esta última columna del año para desearles una Navidad feliz y que el 2019 les traiga ánimos de tranquilidad, paz y prosperidad en lo que quieran emprender. Volveremos con algún listado traído de los cabellos en febrero para ver qué crisis encontramos donde no las hay.
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