“Estuve bebiendo señor oficial no le miento”

El 30 de mayo del presente año, el cantautor colombiano de música popular Jorge Andrés Alzate, más conocido como “Alzate papá”, dio a conocer su más reciente canción titulada: “Mis borracheras”, en la cual establece un diálogo en primera persona con un agente de policía que busca castigarlo por un supuesto consumo excesivo de alcohol. En esta ocasión, el intérprete nacido en Medellín el 28 de septiembre de 1980, recordado por canciones como “Maldita Traición”, “Me cansé”, “Así es la vida” y “Copita de Licor”, deja en evidencia el carácter esencialmente humano del fenómeno policial moderno, aspecto que, en otrora fue señalado por Michael Foucault y en la actualidad por autores como Diego Pulido: “La policía no puede pensarse meramente como una instancia de aplicación del derecho, no es sólo un representación de la ley en la calle. Es un poder en sí mismo, cuya ontología se sitúa entre el legislador y el político, entre el poder que crea derecho y el poder que lo conserva. Concebida en abstracto la policía puede “ser un poder”, lo cual invita a pensar que hay personas que lo ejercen dentro de espacios determinados” (Pulido, 2017, p.179).

En este sentido, considero que el lugar de enunciación desde el cual Alzate justifica “sus borracheras” es, por un lado, la rigidez de la norma para entender las “verdaderas causas” de la infracción: “Le voy a decir donde nace el problema, que me tiene así en esta alcoholemia, por el dolor que me causó ella, es que me pego tantas borracheras”, y por el otro, la cercanía cultural/emocional que siente él mismo con el uniformado: “Estuve bebiendo señor oficial no le miento, es que estoy herido, confieso me siento perdido, mi condición le pido no la juzgue, se que comprende mi estado estoy convencido”.

Por estas razones, considero que la canción, a diferencia de otras donde también se encuentra presente el binomio policía/infractor, no muestra un caso más de resistencia cotidiana (Scott) sino de persuasión de la autoridad. Esto lo afirmo porque en ningún momento Alzate cuestiona la legitimidad del oficial pero si busca conmoverlo con algo que considera familiar para ambos: el dolor de un hombre despechado. En otras palabras, Alzate no insulta ni maltrata al uniformado como puede verse, por ejemplo, en la cumbia “Sos un botón” de Damas Gratis, donde un carabinero es puesto tras las rejas por sus propios amigos. Aquí, por el contrario, Alzate propone un “pacto de caballeros”.      

Este aspecto cobra sentido cuando entendemos la composición histórica, social y cultural de los cuerpos de policía. ¿Quiénes eran? ¿De dónde provenían? ¿Qué capital cultural y económico poseían? Durante los siglos XIX y XX gran parte de los uniformados de a pie, es decir, los comisarios de barrio, igual que los “bachilleres” del presente, provenían en su mayoría de los sectores populares. Razón que explica porque hubo tantos casos de irrespeto a la autoridad por parte de sus examigos, al mejor estilo del “Pibe Carlos” del barrio Lanús que es mencionado en la canción “Ya no sos igual” de “2 Minutos”. En otras palabras, creo que Alzate busca sensibilizar al oficial mediante un ejercicio de memoria que se basa en algo que para este, quizás por su propia trayectoria de vida o por la experiencia de un familiar o amigo, le puede ser conocido: “el culto al alcohol” y “el dolor de un hombre despechado”. ¿Quién no ha bebido por desamor? En palabras del interprete: “Bebí con exceso, pero no estoy arrepentido, el licor es buena compañía si estas deprimido, las penas de esta traición a mi me confunden, no se si seguir luchando estoy afligido”.

Como en otras canciones del género popular, Alzate reivindica un tipo de masculinidad herida que se desmorona en el “encuentro etílico” y que “justifica” sobremanera el desfogue. Un pequeño margen para mostrar la fragilidad sin ser juzgado y que se exacerba por causas tan graves como la traición de la pareja o la pérdida de un ser querido. Así como en aquel recordado tema de Olimpo Cárdenas donde un soldado enterado de la muerte de su madre es consolado por su superior con la  frase: “No interrumpa su llanto que hoy si puede usted llorar, por la muerte de una madre llora cualquier militar”, en esta ocasión el despecho aparece como un motivo para beber como macho y  llorar como niño. En últimas, Alzate le propone un acuerdo entre hombres al policía, un pacto por fuera de la ley, una consideración emocional que esconde una idea tras bambalinas, algo así como: “Entiéndame oficial que usted, como todo hombre, también ha bebido por un desamor”.

Es interesante ver como esta canción y su amplio espectro de circulación entre los sectores menos favorecidos de la sociedad colombiana (que son quienes más escuchan a Alzate), aparece en un momento coyuntural del país debido al fallo de la Corte Suprema de Justicia de no prohibir del consumo de alcohol y sustancias psicoactivas en espacios públicos. Pienso que mientras diversos sectores siguen debatiendo temas tan importantes como el respeto de las libertades individuales, el control de la criminalidad, el microtráfico y la reconstrucción del país luego del acuerdo Farc-Gobierno, seguimos aplazando otra discusión que reviste gran trascendencia: ¿Qué  modelo policial es el que realmente necesitamos? ¿Por qué no atrevernos a construir uno no-represivo? Ha sido un cantante de música popular quien nos ha recordado la complejidad de las relaciones de poder y la importancia de replantear las interacciones entre ciudadanía y policía.

Lo anteriormente dicho, no niega el hecho de que la narrativa de Alzate esté cargada de machismo y otros aspectos que merecen una revisión detallada. Sin embargo, también creo que esa crítica  debe hacercele a otros géneros por igual.