Escribo esta columna desde mi cama solitaria de mujer cabeza de familia, luego de una jornada en la que salí para Pereira antes de las 6:00 a.m. a tomar una clase de doctorado. Asistimos ocho estudiantes, todas mujeres. El único hombre fue el profesor. En los intermedios de la clase contesté correos y chats laborales. Regresé a Manizales a las 5:00 p.m. y acompañé a mi hija a clase de patinaje. Ahora que ella duerme yo escribo.
Si cuento estos detalles sobre uno de mis días ordinarios es porque a algunos que no han salido de las cavernas les resultará inconcebible esta vida corriente que tengo, aunque sea la vida de millones: la existencia de una mujer que escribe, una mujer separada, una mujer que viaja sola, una mujer que estudia, una mujer que trabaja, cuando según sus parámetros debería estar dedicada a ser mamá o a actividades menos exigentes y más complacientes.
Dirán que exagero, que es la forma usual para descalificar el discurso feminista: son exageraciones. Yo pensaba así cuando aún no era consciente del trato desigual por ser mujer, que nos pide subordinación y conformarnos con segundos lugares. El machismo está tan enquistado en nuestras familias, en el mundo laboral, en las iglesias, en el discurso mediático y hasta en los chistes, que resulta invisible de lo normalizado que lo tenemos. Así como el cuento del pez que pregunta: ¿qué es el agua?
Les doy noticias de esta semana: el domingo el Atlético Huila ganó por primera vez para Colombia la Copa Libertadores Femenina. ¿Recuerdan cuando el Once ganó la Copa Libertadores? Pues bien, con el Huila no hubo transmisión en directo ni noticia de primera página, pero lo bochornoso vino después: llovieron felicitaciones para “las niñas” (nunca he visto que feliciten a “los niños” de un equipo profesional) y una de las jugadoras, Yoreli Rincón, denunció que los 55.000 dólares del premio no iban para ellas sino para el equipo masculino. El premio para los hombres que ganan la Copa Libertadores es de 6 millones de dólares.
El lunes la noruega Ada Hegerberg, delantera del Lyon de Francia, ganó el primer Balón de Oro femenino. Subió al escenario a recibir su trofeo y al animador lo único que se le ocurrió preguntarle fue si quería hacer twerking, que en el baile es un equivalente al perreo.
Volvamos a Colombia. Catalina Ruiz Navarro escribió en El Espectador una columna maravillosa titulada “Gracias por nada, presidente Duque”, en donde explica las brechas de género del actual gobierno. En vez de responder con datos los argumentos de la columnista, la vicepresidente Marta Lucía Ramírez la despachó en Twitter diciendo que la autora es una “mujer amargada”. No recuerdo a un funcionario público tildando de “hombre amargado” a un columnista crítico. La vicepresidenta evidencia que el machismo es un problema que no discrimina: afecta a hombres y mujeres.
Más ejemplos: Caterine Ibargüen fue declarada el martes como Mejor atleta 2018 por la Federación Internacional de Atletismo. Un cable que reprodujeron numerosos medios tituló: “Catherine Ibargüen suspende rueda de prensa para comprarse un vestido”. La letra menuda explicaba que no le llegó la maleta a Mónaco y tuvo que buscar ropa, como le habría pasado a cualquiera.
En “Política con pimienta”, una columna del sitio web manizaleño Eje 21, escribieron este miércoles sobre la participación de las mujeres en las próximas elecciones: “será gracioso verlas operando en los cuerpos colegiados. Agaitanadas unas, severas otras, estadistas unas pocas, todas discurseras. ¡Qué manicomio! (…) ¿Madrugarán, trasnocharán, tomarán guarapo, visitarán veredas, recorrerán muchos caminos? (…) ¿Estarán preparadas para celebrar esas misas?”. El medio aclaró que el autor fue su director Evelio Giraldo Ospina y ofreció excusas. No entendí si por escribir y publicar el cavernario texto o por pensar así de las mujeres.
Creo que la gente es libre de opinar y escribir lo que quiera, así sean estupideces. Cada cual calibra su propio límite para el ridículo. Pero como la escritura también puede motivar la reflexión crítica, entonces los invito a leer o a buscar en Youtube a Chimamanda Ngozi Adichie, quien explica por qué todos deberíamos ser feministas y por qué el feminismo no es un asunto de mujeres, sino de la humanidad.
Así como el racismo es condenado por todas las razas y sobre los derechos de los sectores Lgtbi abogamos también los heterosexuales, a mí me encantaría encontrar más hombres debatiendo y actuando por la equidad de género. Aquí los hay, conozco a varios muy inteligentes, pero pueden ser más y más visibles.
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