Como ecos de esa Colombia delirante y vertiginosa de la primera década de este siglo, llegan los trinos y declaraciones de la cohorte del presidente electo Iván Duque.
Según la Fiscalía General, el año pasado - y gracias al acuerdo de paz firmado con las Farc - el país alcanzó la tasa más baja de homicidios en los últimos 42 años. Por eso el “nos deja el asesinato aplazado” del senador Álvaro Uribe, y el “se ufanan de que no hay soldados heridos en el Hospital Militar… ¡prepárense porque vuelve la guerra”, del general (r) Leonardo Barrera son palabras de personas enajenadas. De gente que extraña la violencia y la zozobra que se vivían hace una década.
A esto se suman las amenazas a los periodistas y medios que investigan a estos personajes. Los asesinatos sistemáticos de líderes sociales que denuncian el retorno de grupos paramilitares. Las calumnias a quienes trabajan por defender a la víctimas (como las hechas al padre Francisco de Roux, presidente de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la no Repetición).
¿Cómo no va a ser mejor un país menos violento, con menos muertes? Pero el discurso retorcido que predomina en los integrantes del Centro Democrático logra que muchos ciudadanos crean que Colombia está peor que hace diez años, que hace veinte.
Con una guerrilla desmovilizada y transformada en partido político, el monstruo contra el que luchamos por 50 años dejó de existir. El expresidente Uribe y sus “buenos muchachos", sin embargo, atizan el fuego del rencor alegando que las Farc se tomó el poder y que su brazo armado sigue enmontado.
Es una retórica que busca resucitar espantos para pretender unirnos bajo el manto del terror. Bien diferente a lo que pregonaban hace veinte años, hace diez. Olvidan que en 2008, 15 millones de ciudadanos marchamo por las calles pidiendo “¡No más!” a las Farc. Álvaro Uribe, entonces presidente, apoyó la marcha.
Y en 1999, cerca de 12 millones de personas salimos a las calles para oponernos al secuestro y la violencia. Una manifestación organizada por Francisco Santos, quien luego sería vicepresidente de Uribe, y su fundación País Libre.
Algunas de las consignas de esa gran marcha fueron: “Por la paz, ni un disparo más. Por la paz, ni una muerte más. Por la paz, ni un secuestro más. Por la paz, no desplacen más. Por la paz, más negociación sin interrupción”.
Hoy, estas marchas tendrían la ojeriza del próximo minDefensa, Guillermo Botero.
Es cierto que Duque todavía no toma posesión del cargo, por lo que no sabemos cómo será de presidente. Sin embargo, las palabras de quienes lo rodean no auguran buenas cosas. Por el contrario, evocan el cuento Algo muy grave va a suceder en este pueblo, de Gabriel García Márquez, y si dejamos la sensatez a un lado terminaremos echándole candela a todo “porque algo grave va a pasar”.
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