Por varios minutos en el cielo de Manizales se escuchó un ruido que fue como si a la ‘Fábrica de atardeceres’ le hubiesen instalado el motor diesel de un tractor. Ese rugido llamó la atención de muchos y asustó a otros tantos. Que es una flotilla de aviones Kfir de la Fuerza Aérea rumbo a Palanqueros, dijeron unos, pero los radares y aplicaciones de control aéreo confirmaron esta observación; que es el rugir del volcán anunciando su inminente erupción tras la emanación de ceniza esa mañana, pero el Observatorio Vulcanológico mantuvo prudente silencio.
Los fanáticos de las conspiraciones y de E.T. pidieron que fueran ovnis sobrevolando la capital caldense y los fatalistas supersticiosos se inclinaron por el galopar del caballo bayo y su jinete Muerte, de las narraciones bíblicas del Apocalipsis. Porque ante lo inexplicable tenemos que echar mano de lo irracional.
El ruido, sin embargo, se trató de un fenómeno atmosférico llamado cielomoto, que es - en términos básicos - un sismo en el firmamento (si es en la tierra, pues es terremoto; si es en el cielo, pues cielomoto. “Obvio”, como diría el personaje de la película El Hoyo). Esta manifestación - que suena a taller de mecánica de motocicletas - se produce cuando “las masas frías (de aire) más pesadas desplazan las masas cálidas más dilatadas y más livianas de forma violenta y se genera este tipo de ruido”, explicó a LA PATRIA el profesor de la Universidad Nacional, sede Manizales, Gonzalo Duque Escobar.
Explicaciones similares las han dado la Nasa y el Servicio Geológico estadounidense cuando este fenómeno se presenta en otros lugares. Hace una semana se sintió en Pereira, en abril fue en Argentina, y en 2014 varios británicos se ‘paniquiaron’ cuando el ruido se sintió en algunas partes del Reino Unido.
A pesar de los argumentos de la ciencia frente a este fenómeno atmosférico, hay quienes se niegan a aceptarlos. Alegan que si los cielomotos son tan frecuentes, por qué no los habían escuchado antes. Un motivo puede ser que la contaminación auditiva disminuyó por los toque de queda y no tránsito de aeronaves por nuestro espacio aéreo durante la pandemia. Esto hace que sentir ciertos sonidos sea más sencillo. Otro es que este choque de masas de aire produjo frecuencias audibles a las personas, como lo señala el físico y magíster en Astronomía y aspirante a doctor en Física de la Universidad de California, Camilo Buitrago Casas. La mayoría de cielomotos, como los temblores de tierra, no los sentimos; solo se detectan con equipos especiales.
Aun así, hay quienes se empeñan en creer que se trata de un fenómeno paranormal. La llegada del fin del mundo. El arcángel Miguel alistando su ejército para venir a limpiar el mundo de los pecadores. El aviso de una invasión extraterrestre tipo Hollywood. Lo anterior se da porque, como lo explica el profesor de Psicología de la Universidad de Londres, Christopher French: “cuan más grande el evento, la explicación a este debe ser igual de grande”. Esto se conoce como parcialidad proporcional.
Por eso nos cuesta creer que un coronavirus salido de un murciélago y que terminó en una sopa en Wuhan (China) se pasó a los humanos y ahora tenga a todo el planeta en crisis. Es ilógico, lo sé, y por eso nuestra tendencia es a creer que la pandemia se trata de un complot internacional de los grandes países para diezmar la población mundial y hacerse multimegamillonarios con la vacuna que hace tiempo está creada. O que la covid-19 es un invento de Bill Gates y Microsoft para luego inocularnos microchips que nos controlarán a través de la tecnología 5G.
La historia tiene que ser igual de grande al problema, nos pide el yo racional. Por ello nos cuesta creer que el ruido que se sintió sobre Manizales el jueves, a las 6:45 de la tarde no puede ser el resultado de aire que se chocan. Tiene que ser algo más grande y complejo.
Además, la historia se ha encargado de demostrar que somos más propensos a creer en los habla mierda que en la ciencia.
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