Palo le llovió a la ministra de Transporte y al de Hacienda por sus recientes salidas en falso con las finanzas del país. La primera, Ángela María Orozco, quiso regalarle un billón de pesos a Odebrecht y Corficolombiana a través de una dudosa conciliación con estos “terceros de buena fe” que incumplieron con el contrato de la Ruta del Sol 2. Monto que pagaríamos con nuestros impuestos y que, por decisión del Tribunal de Arbitramento de la Cámara de Comercio de Bogotá, se redujo a 24 mil millones de pesos.
El segundo, el ministro Alberto Carrasquilla, que se debe encargar de las finanzas del Estado, dijo ante la Junta Directiva del Banco de la República que no tiene certeza de las causas del desempleo y de las medidas apropiadas para corregirlo. O sea, una confesa ineptitud para el cargo.
Esta falta de conocimiento de las finanzas colombianas o cómo administrarlas no es nuevo. Es un lastre que arrastramos desde que nos independizamos, o sea, hace 200 años. El libro Masonería y el Partido Liberal, de Mario Arango Jaramillo, reproduce cómo este país, contrario a lo que dice el refrán, no nació “con el pan debajo del brazo”.
En el capítulo Élite bogotana y masones antioqueños, relata cómo, a finales de 1819, el presidente Simón Bolívar encargó al paisa Francisco Antonio Zea para que hiciera frente “a la difícil situación fiscal de la naciente República”.
Con esta misión, Zea viajó a Londres (Inglaterra) y pidió un crédito de 2 millones de libras esterlinas ante la casa prestamista Herring, Graham and Powels. Como si se tratara de la ministra Orozco, Francisco Antonio tomó una decisión con ligereza y asumió un préstamo que tenía como condición inicial un descuento del 20% “y se retuvo parte del resto para cancelar otras obligaciones adquiridas por Zea, intereses futuros, comisiones, etc…”. En otras palabras, a Colombia solo llegaron 1,6 millones de libras esterlinas y deudas hasta el cogote.
Fue tan grande la tumbada que le metieron, que Zea no necesitó beber de manera “accidental” un refresco con cianuro. Bastaron la depresión y las críticas para matarlo; una dignidad de la que carecen nuestros dirigentes de teflón y caraduras de hoy.
Pero ahí no termina todo. En medio de este desbarajuste fiscal, el Congreso sacó la ponchera y fueron los empresarios antioqueños quienes se metieron la mano al bolsillo, aportando cerca de $50 mil a la Comisión de la Deuda Pública Nacional. Los mayores contribuyentes fueron Francisco Montoya y Manuel Arrubla quienes, gracias a su generosidad, el entonces presidente Francisco José de Paula Santander los comisionó para que en 1824 solicitaran un nuevo crédito a los ingleses, esta vez con la firma Goldschmidt and Co.
El monto fue de 4 millones 750 mil libras esterlinas, unos $30 millones de la época, pero por más paisas y emprendedores que fueran, a Montoya y Arrubla los tumbaron. De los $30 millones, solo recibimos $15 millones porque la casa inglesa descontó $10 millones “para el pago de obligaciones contraídas por Zea y $5 millones para el pago anticipado de dos años de intereses, tasas de descuentos, comisiones, etc…”. Esos préstamos “afectarían durante cien años el fisco nacional”, en 1905 fue necesario hacer una refinanciación de ellos y desde entonces no hemos podido enderezar el camino.
Eso sí, a pesar de no haber cumplido con el objetivo y de dejarnos más endeudados de lo que estábamos, a Francisco Montoya lo premiaron los siguientes gobiernos con jugosos contratos. Por ejemplo, en 1845 se hizo al monopolio del tabaco y en 1847 se asoció con el Estado para constituir la Compañía de Navegación a Vapor por el río Magdalena, que en ese entonces era como la Ruta del Sol 2.
Celebremos entonces el bicentenario de nuestra lucha independentista. Pero lloremos también los 200 años de deudas, corrupción, roscas e inoperancia de nuestros políticos que han hecho de Colombia una nación inviable desde el principio.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015