Exculpo al presidente Iván Duque Márquez cuando esta semana, en medio de un evento en Barranquilla, lo abordó el periodista Jesús Blanquicet y le preguntó sobre la moción de censura al ministro de Defensa Guillermo Botero y el bombardeo del Ejército en el Caquetá donde murieron ocho menores de edad.
Duque, que venía de hablar de economía naranja y de hacerse selfies con los asistentes, no entendió la pregunta. O la intención. Respondió sobre la marcha: “¿De qué me hablas, viejo?”, como si la cosa no fuera con él. Como si en vez del presidente de Colombia fuera… ¡el presidente de Colombia!
De Simón Bolívar a Duque, nuestros mandatarios se han hecho los desentendidos ante los problemas de esta nación. Por mencionar algunos: Rafael Reyes y el escándalo Padilla. Miguel Abadía Méndez y la masacre de las bananeras. Alfonso López Pumarejo y el caso Mamatoco. Gustavo Rojas Pinilla y el crimen de la Santamaría. Alfonso López Michelsen y su ventanilla siniestra del Banco de la República. Julio César Turbay y las caballerizas del Cantón Norte. Belisario Betancur y el Palacio de Justicia. Virgilio Barco y el exterminio de la Unión Patriótica. César Gaviria y los Pepes. Ernesto Samper y el Cartel de Cali. Pastrana que no gobernó. Juan Manuel Santos y el paro agrario.
Y Álvaro Uribe que se alzó como redentor nacional, pero asegura nunca se dio cuenta de la calaña que lo rodeaba. El Gran Colombiano que aún hoy, como senador, se hace el desentendido de los enredos de sus asesores y “abogansters”, acuñó otra frase de sacaculismo: “siguiente pregunta, amigo periodista”.
Hablar de menores de edad destrozados por las bombas de las Fuerzas Armadas es incómodo. Hablar de cómo es posible sostener al entonces ministro Botero un día más en el cargo, a pesar del regreso de los asesinatos extrajudiciales por parte de uniformados, es jodido. Para eso se necesita el carácter que él no tiene. Además, es más fácil hablar de cosas fantasiosas, como su economía naranja, que de la cruda realidad que nos golpea. De los asesinatos de líderes sociales. Del crecimiento de las bandas criminales. Del desempleo. Del creciente inconformismo social. De su imagen negativa que, según Invamer, está en el 69% y cotiza al alza.
Hasta el mismo Libertador dijo que los tres grandes majaderos de la historia habían sido Jesucristo, Don Quijote y él. Entonces, ya fuese para favorecer el nepotismo, a las oligarquías a sus aliados, a su imbecilidad, a su ego, a la corrupción, a su mediocridad… los dirigentes criollos han hecho oídos sordos a lo que les conviene. Parece que viene con la banda presidencial.
El “¿De qué me hablas, viejo?” debería remplazar a la “Libertad y Orden” que lleva la cinta del escudo nacional.
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