“No puedo renunciar a advertir las amenazas que nos acechan”, dijo el expresidente Álvaro Uribe en su primera intervención pública, luego de que la juez 30 de control de garantías de Bogotá, Ximena Salcedo, ordenó que se levantara la medida de detención domiciliaria que había en contra del político. Para ella, el líder del Centro Democrático no obstruye la justicia, motivo por el cual la Sala de Instrucción de la Corte Suprema de Justicia lo “confinó” en su hacienda El Ubérrimo, de unas 1.500 hectáreas. Pobrecito.
Fueron 12 minutos de discurso en los que el exsenador, si bien no obstruyó a la justicia, sí se dedicó a hacer señalamientos en su contra y a jugar al profeta.
No es el primer detenido que sale iluminado de su encierro. Miguel de Cervantes Saavedra “engendró” al Quijote cuando estuvo encerrado en la Cárcel Real de Sevilla por desfalco al erario. Y el ruso Dostoyevski escribió Memorias de la casa muerta tras salir de prisión. A Uribe estos dos meses detenido le dieron para retornar a su discurso patriotero y populista. Y redactar tres palabras - “Gracias a Dios” - en Twitter.
Esta vez no atendió a los medios en las caballerizas de su finca, como lo ha hecho un par de veces, evocando la Ley 61 de 1888 conocida como “la Ley de los Caballos”. Tampoco desde las pistas donde demuestra sus habilidades para la doma de potros y de chalán para que sus seguidores lo aplaudan. Menos desde la biblioteca o sala decorada con figuras ecuestres, desde donde graba algunas intervenciones para luego regarlas por las redes sociales. Esta vez buscó el ángulo más modesto de su finca: la parte trasera de una casa y su muro blanco, ventanas de marcos rojos y unas tejas que parecen de zinc, soportadas sobre unos palitos.
Desde ese escenario bucólico cordobés apeló a la nostalgia, evocando a su mamá y sus años de universitario. Al patriotismo - “carezco de voluntad para dejar de pensar en Colombia” -; a la falsa modestia - “mi temperamento es controversial, altivo” -; a la victimización y la fe - “soy sobreviviente gracias a la protección de Dios, de la Virgen María y de los policías y soldados de Colombia”; al populismo - “un referendo que disminuya el Congreso y la burocracia”, y promesas de mejores salarios y menos impuestos; y al terror profético - “ojo con el 22”, refiriéndose al 2022, año de las próximas elecciones presidenciales.
En medio de esas frases que tanto gustan a los del Centro Democrático, sembró la cizaña que ayudará a erosionar más los pactos de paz y que busca mantener al país polarizado. Pidió la derogatoria de la Jurisdicción Especial para la Paz, reformar los acuerdos de La Habana y resistirse a todo lo que se pueda asociar con socialismo. Es más, metió al proyecto socialista en el mismo costal del narcoterrorismo con el fin de que comiencen a asociarlos.
Y, una vez más, indicó que de inclinarnos por la senda de la izquierda nos volveremos como Venezuela o Nicaragua. Olvida el expresidente Uribe que no fue el proyecto socialista el que llevó a estas naciones a convertirse en parias de América Latina, sino la corrupción. La misma que tiene jodida a Colombia hace décadas y que alimenta la burocracia que usted dice atacar, pero que internamente alimenta su partido.
En Colombia no ha habido un gobierno de izquierda. Aquí han mandado la derecha, la ultraderecha, los militares, las mafias, los paramilitares, los empresarios, los intereses extranjeros y las oligarquías. ¡Hasta el fascismo y el nazismo! de la mano de Laureano Gómez. Y aquí estamos. Sí, Uribe nos puede advertir las amenazas que nos acechan, pero tampoco puede desentenderse de ese modelo de nación que desde su partido pretenden defender y que fracasó. Y lo hizo de manera violenta… con represión, censura, masacres, torturas y desapariciones.
“La verdad se ha convertido en una premeditación para negar o editar los hechos de acuerdo con el interés político”, mencionó Álvaro Uribe. Y él sí que sabe tergiversar el discurso para defender sus intereses.
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