Se contagiaron de covid-19 Donald Trump y su esposa, Melania, quién sabe cuándo y quién sabe dónde. En la última semana, el presidente de los Estados Unidos hizo eventos masivos donde sus seguidores asistieron sin protección y sin distanciamiento social. Saludó gente, les regaló gorras y camisetas, se fotografió con fanáticos. Se niega a usar tapabocas por vanidad y se burló de su contrincante a la Casa Blanca, el demócrata Joe Biden, por protegerse en eventos públicos: “las personas están lejos y él insiste en usar tapabocas, ¡es ridículo!”.
Trump es un negacionista de esta enfermedad, a pesar de que ya suma un millón de muertes en el mundo; poco más de 200 mil solo en Estados Unidos. Ignora las recomendaciones de los expertos y los científicos, y en un momento recomendó ingerir cloro para evitar el “Chinavirus”, como últimamente lo llama en un ataque xenófobo que tanto le gusta a sus seguidores.
Además, en abril dio la orden de bloquear al servicio postal de su país para que no distribuyera - de manera gratuita - 650 millones de máscaras desechables a los hogares estadounidenses, porque estaba convencido de que el coronavirus era “cosa pasajera”.
Al ver esta información, uno piensa que lo tiene merecido por imbécil. Así como merecieron enfermarse de coronavirus el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, y el primer ministro británico, Boris Johnson; par de imbéciles y también negacionistas de la pandemia. Para colmo de males se contagian ellos, unos tipos con complejos esquemas de seguridad, a los que se accede con muchas restricciones y que deben tener información actualizada sobre la pandemia de las fuentes más confiables. ¿Qué podemos esperar quienes debemos salir a la calle casi a diario, que nos bombardean de información confusa y contradictoria y a quienes en cualquier momento nos pueden estornudar encima?
Fergus Simpson, doctor en matemáticas y experto en estadísticas de la Universidad de Cambridge, señaló al comienzo de esta pandemia que las probabilidades de contraer la covid-19 eran de 1 en 1,300. O sea, por cada mil 300 personas una tenía coronavirus. Pero los casos aumentaron exponencialmente con el paso de los meses y ya son menos de mil las que se requieren para infectarse. A pesar de esto, la necesidad de mover la economía y los mercados llevaron a los gobiernos a levantar las medidas de protección y las cuarentenas.
Así fue como por arte de magia en Manizales se acabó la covid-19. Por las calles circulan personas sin tapabocas, los centros comerciales abarrotados, las zonas de restaurantes llenas (no sé qué tanto consuman, pues no he entrado a uno de estos locales), los hinchas del Once Caldas celebrando en El Cable la victoria de un partido como si se tratara de un título internacional, los negocios de ese sector (y de Chipre, Milán y el Centro) sin control de asistencia, los cristianos haciendo misas grupales en pequeñas plazas, buses donde los pasajeros no guardan el distanciamiento social. La ciclovía y el Bosque Popular parecen zonas libres de coronavirus, porque ni distanciamiento ni protección.
Nos soltaron bajo la responsabilidad de autocuidarnos, sin embargo somos tanto o más imbéciles que Trump. Empezando por el alcalde Carlos Mario Marín, que debe dar ejemplo, pero lo han fotografiado en reuniones sin tapabocas. O convoca encuentros masivos en plena calle para hablar de ciclorrutas. Insisto, si estos “líderes” - tan enterados, tan protegidos - no son responsables, ¿qué podemos esperar el resto de la gente? Lo único claro es que, como van las cosas (y ya se está viendo en Europa), es que para Navidad nos van a volver a guardar.
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¿Qué esperan los entes de control para investigar el nepotismo que hay en la Alcaldía de Manizales? ¿Acaso son de agüeros? ¿Temen que romper ese Espejo les traiga siete años de mala suerte?
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