No es gratis el fastidio que los colombianos les tenemos a los bancos y a Avianca. El año pasado, la Superintendencia Financiera reportó que instituciones como Bancolombia, el Banco de Bogotá, Davivienda y el BBVA obtuvieron ganancias de $11 billones. A pesar de ello, fueron de los primeros en pedir un salvavidas al gobierno cuando apenas comenzaba esta pandemia del covid-19. Lo hicieron por avaros. Porque saben que cualquier medida “temporal” que se tome para ayudarlos, se hará permanente. Como el impuesto del 2 x 1.000 de 1998 que, en vez de desaparecer se endureció: ya vamos en 4 x 1.000.
Avianca, por su parte, monopolizó los cielos. La aerolínea que fue un orgullo nacional - por sus 100 años y ser la segunda más longeva del mundo - se hizo tan poderosa y arrogante que se da el lujo de aislar, cuando se les viene en gana, a una comunidad. Son el equivalente aéreo al taxista que dice “por allá no voy” y te deja a la deriva. Sus abusos van desde quitar las achiras de cortesía que daban en los vuelos, a modificar arbitrariamente el estatus de sus viajeros frecuentes para rebajarles la categoría, a cancelar vuelos sin avisar y penalizar a pasajeros desconcertados.
Manizales sabe bien los abusos de Avianca. Tarifas que llegan casi al millón de pesos por un trayecto corto como es ir a Bogotá (precios que también padecen quienes viajan a Villavicencio o Pasto). Las frecuentes excusas para cancelar un vuelo que van desde el brillo del sol en la tarde, al cierre temporal de La Nubia por la llegada del charter de un ministro (me ocurrió en 2011). En ese trato indigno a los pasajeros manizaleños, redujeron la frecuencia de vuelos y convirtieron nuestro aeropuerto en una terminal regional de buses con ruta directa a Pereira; eso sí, sosteniendo los precios altos de los pasajes.
A lo anterior se suma las amenazas de que se van a ir de la ciudad. Ya van para cinco años en eso y, por temor a que cumplan, permitimos que los abusos sigan. Es una relación tóxica.
Por eso cuando esta semana Avianca anunció que necesitaba ayuda estatal, muchos ciudadanos les dimos la espalda. Que con nuestros impuestos no vayan a ayudar a esa compañía que está radicada en Panamá para no tributar en Colombia. Es un caso de falta de vergüenza, este de sacar la ponchera y mendigar dinero y afecto. De apelar al nacionalismo, cuando aerolíneas como Satena - con las uñas - han hecho más por el país y por esos ciudadanos de lo que hasta 1991 se llamaron “territorios nacionales”, que Avianca Holding en los últimos años.
Y más antipatía genera el saber que una ayuda gubernamental podría llegarles gracias a que la vicepresidenta de relaciones internacionales y asuntos públicos de Avianca, María Paula Duque, es la hermana del presidente de la República, Iván Duque. Por pura palanca.
Mi deseo no es que los bancos se quiebren o que le vaya mal a Avianca, porque los primeros en sufrir son sus trabajadores, seguidos de quienes usamos sus servicios. La Organización Mundial del Trabajo informó que la recesión económica generada por el coronavirus dejará unos 190 millones de desempleados. Por su parte, el Asian Development Bank calcula pérdidas financieras globales de hasta 4 trillones de dólares. El golpe que se viene es fuerte y la solidaridad será fundamental para salir adelante. Solidaridad que les ha faltado a los bancos, por roñosos, y a Avianca por arribista y mezquino.
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