Aguadas es uno de los pueblos más bellos de Caldas. Sus antiguos caserones forman hermoso conjunto con el paisaje circundante. Es una muestra de la cultura tradicional caldense, así los despistados pontifiquen sobre su arquitectura mal llamada antioqueña.
El centro histórico fue declarado Bien de Interés Cultural Nacional en 2001, para protegerlo de depredadores que a título de inversionistas se creen con derecho de hacer lo que les dé la gana. Protección insuficiente, porque en 2015 fue demolida una vivienda incluida en la ley de patrimonio, para levantar un condominio sin autorización del Ministerio de Cultura. El crimen de lesa historia fue cometido por una megaconstructora con vocación de megadestructora.
Hubo connivencia de las autoridades, porque en las oficinas de Planeación de los pueblos meten fichitas políticas cuya ineficiencia fluctúa entre el analfabetismo y la venalidad. La entonces alcaldesa Luz Idalba Duque, tan aguadeña ella, tan conocedora de un municipio que maneja desde hace años, afirmó que “la casa estaba en ruina y era un peligro”. Fue desmentida por el vendedor, quien aseguró haberla tenido y vendido en buen estado. Luego se arrepintió del negocio: “¿Por qué cometí ese error? Si hubiera sabido que la iban a demoler seguro no la hubiese vendido”, declaró.
Es excepción, porque otros propietarios de viviendas antiguas, en cualquier pueblo caldense, hacen lo posible por deshacerse de ellas. Para liberarlas de la ‘protección’ patrimonial, las dejan deshabitadas y abren huecos en los techos para que las lluvias pudran las maderas hasta que la demolición sea inevitable y la reconstrucción imposible. Venden los lotes, sobre los cuales levantan galpones, habitacionales o comerciales, que destruyen la armonía del paisaje urbano.
El Mincultura impuso una multa de casi $400 millones que la firma sancionada hacía lo posible por no pagar, hasta donde se sabe. Y dio un año de plazo para demoler el pajarate, habiendo transcurrido ya seis meses. Si no obedece, como seguramente ocurrirá, quedará obligado el municipio de Aguadas, que tampoco hará nada.
Se hallan los abogados del Ministerio ante la disyuntiva de pararse firmes y ordenar la demolición, o archivar el proceso. Como hay en medio 19 compradores de presunta buena fe, habrá que echarse al dolor por la casa demolida, pues jamás será reconstruida, pero hacer efectiva la multa inicial, que es casi la máxima de 500 salarios mínimos y duplicarla, como establece la Ley de Patrimonio. Que se sienta la autoridad.
Si archivan el caso, los funcionarios se abstendrán de hacer cumplir la ley como es su obligación y sentarán un precedente nefasto: negociantes a los que importa un pito la cultura, embriagados con sus dineros bien o mal habidos, tendrán vía ancha para contratar arquitectos sin conciencia ni ética y comprar a funcionarios municipales, para arrasar con el patrimonio material. Ese es el triunvirato que acaba con la identidad de los pueblos caldenses.
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Aumentan los hallazgos de fauna salvaje donde se creía extinta: el pasado domingo fue rescatado un tigrillo hembra de unas tres semanas en El Pintado, límites entre Filadelfia y Supía. Quizás fue abandonado; quizás la madre fue cazada para vender la piel. En Corpocaldas será criado para devolverla a la naturaleza.
En enero de 2015 un tigrillo fue encontrado en un ambiente extraño: la Universidad Nacional, sede Palogrande. También su vida fue salvada.
En octubre de 2017, fueron avistados pumas en la zona rural de Villamaría. Por esos días, uno se refugió en un árbol en La Enea, fue capturado y después liberado con un collar de rastreo. En agosto de 2018 apareció muerto en el municipio de Briceño, Antioquia, al parecer envenenado.
Al mismo tiempo, habitantes de la tierra fría riosuceña hablaban de un jaguar que mató unos terneros para alimentarse. Y hace años se vieron huellas en el camino al cerro de Ingrumá, a escasa media hora a pie del centro de Riosucio.
Estos casos trascendieron a los medios de comunicación; por lo menos, salieron de los ámbitos locales. Con seguridad, otros muchos fueron callados, quizás para ocultar que los felinos fueron cazados.
Algunos ven especies que de alguna manera se recuperan. Pero pudiera ser que las talas las acercan cada vez más hacia los humanos. Preocupante, porque no se sabe bien qué está pasando montañas adentro.
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