Maravillada con las noticias relativas a prontitud, eficiencia, cumplimiento del cronograma y respeto por los veinte minutos de pare y siga prometidos; consideraciones y amabilidad con los viajeros y otras linduras en las obras viales entre El Palo y La Manuela, una amiga resolvió ir a Manizales aprovechando que ésta volvía a estar cerca. Decliné su invitación, advirtiéndole que parecían adaptadas de los cursillos de periodismo rosa que imparten en ciertas escuelas de comunicación y del taller ‘La importancia del helio en el manejo de la información’, de obligatorio cumplimiento en RCN y Caracol. Agregué un argumento histórico: la veracidad no es una de las fortalezas de ‘La Raza’ antioqueña.
Casamos apuesta y resuelta a ganarla salió de Supía el martes 5 de febrero a eso de las 7:30 a.m., calculando el viaje en dos y media horas. Me mantendría al tanto.
Al filo de las ocho envió el primer mensaje desde El Callao, a orillas del río Tarria, donde la detuvo una extensa hilera de carros. Avisaría apenas dieran vía en unos minutos, confiaba. A los 30 escribía con cortos intervalos; la paciencia disminuía y el lenguaje presagiaba una erupción: que dieron vía en sentido contrario tres veces y su fila no se movía. Que subía la temperatura, no venteaba, no se movía una hoja. Que no alcanzaba a ver la causa del trancón, porque todo estaba quieto.
Los minutos completaron una hora y en la dama afloraban instintos asesinos, a duras penas reprimidos por su decencia. El sol se ensañaba con aquella gente y en cada automóvil se desarrollaba un drama: en el de adelante, una mamá ya no sabía qué hacer con sus tres hijitos, quienes desesperados por el calor y aburridos con la espera, chillaban, pataleaban, gritaban. En una buseta se agotaba el oxígeno de un viejito casi centenario a quien llevaban al hospital dos hijas septuagenarias, una con dolencias de la columna que no podía estar sentada mucho rato.
Mi amiga se preguntaba si “esos tipos” habrían ido a Alemania a ver cómo se construye una carretera sin atropellar a la ciudadanía. No era necesario; los antioqueños nacieron sabiendo más que el resto de la humanidad: inventaron la arriería, los fríjoles, la arepa, el chorizo, entre otras cosas. Al fin y al cabo, Dios es antioqueño afirmó el poeta Jorge Robledo Ortiz.
La hora sumaba tres cuartos más, ¡105 minutos!, cuando inesperadamente se pusieron en marcha los motores y se dio la largada. La carrera fue de pocos kilómetros, porque en Irra se formó otra procesión. Ya a estas alturas, el idioma de la corresponsal era una jerga orillera irreproducible. Sufrió detenciones también en Botijas, Kilómetro 41 y Tres Puertas, adonde llegó a las 11:30 a.m., cuatro horas después de salir.
En una parada, la única actividad que observó fue la de varios trabajadores de uniforme anaranjado tirados a la sombra de un árbol. Dizque no fue talado por petición de Recursos Humanos, para mejorar las condiciones laborales. En otra había trabajadores apoyados en sus palas para ver pasar carros sin cansarse. Un maquinista dormía la siesta en la cabina, para que algún viajero resentido no robara ese monstruo. Eventualmente, una excavadora extraía tierra con cuidadosa lentitud, cosa que no fuera a abrir un cráter en Malasia o en Indonesia, antípodas de Colombia.
La media hora de paleta roja antes de La Manuela pasó más rápido, no más serena, porque el operario de un diminuto buldócer aprovechó el público femenino para exhibir sus habilidades. So pretexto de cruzar al otro lado de una chamba de unos diez metros de largo por dos de ancho que abnegados obreros tardaron siete u ocho meses en abrir, la cubrió con tierra que acarreó con un aparatico que brinca y pelotea como si fuera un bailarín mecanizado de hip-hop. Apenas culminó la hazaña, se detuvo a hablar por celular.
Mi amiga llegó a Manizales luego de 5,12 horas de detenciones, furiosa, sofocada, sin apetito y con ganas de largarse… de regreso. Consciente de haber perdido por goleada la apuesta, para rehacer su maltrecho amor propio envió un último mensaje: “Esos trabajos son una maravilla. ¡Emulan a Hidroituango en grandiosidad y eficiencia!”.
Entre otras, no me ha pagado…
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