Por los viejos cronistas se sabe que hubo carnaval en Manizales, a comienzos del siglo XX. El único testimonio que este columnista conoce, es la foto de un desfile de berlinas descapotadas en 1927, por una carrera 23 todavía con vestigios del incendio del año anterior. Fueron decoradas con alegorías florales y serpentinas. Jovencitas vestidas a la usanza de los “roaring twenty”, los turbulentos años 20, se sentaron con los pies sobre los asientos traseros, mostrando piernas de la rodilla para abajo, lo cual debió escandalizar al mayoritario beaterío decimonónico. Todavía…
Disfraces, por ningún lado, aunque en el primer auto parece verse una máscara de calavera, de perfil. Pero no es clara. O así de fea sería la señora. Fuera carnavalero o no el atuendo, la imagen sugiere un festejo con tintes clasistas, puesto que las celebrantes serían de la crema local, única que podía darse el extravagante lujo de subirse a un automóvil. En cambio, en los niños que los corretean, se advierte su extracción popular. Tendencia que también se veía en el coetáneo Carnaval de Cali.
Una sola fotografía no permite sacar conclusiones acerca de la celebración. Los relatores no la describieron y, hasta donde sé, no se ha investigado. Por lo tanto, ignoro cuándo y porqué desapareció. Tal vez en sincronía con la de Cali. Después, el único festejo que tuvo Manizales durante muchos años, fue la procesión del Sagrado Corazón que organizaba el padre Adolfo Hoyos.
La celebración del centenario de la fundación en 1951, revivió el espíritu saturnal. En lugar de averiguar cómo se desfogaba antes, se copió la lejana y ajena Feria de Abril en Sevilla, España. Para reafirmar el origen andaluz de los manizaleños, se trajeron manifestaciones culturales de origen norteafricano, como el cante jondo flamenco, con el cual hubo entusiasta identificación.
Además, Carretas del Rocío, cabalgata andaluza, desfile de la Virgen de la Macarena y la cupletera Sarita Montiel. Un poema pensado inicialmente para convertirlo en bambuco, terminó en pasodoble de compositor español. Fue grabado por la fugaz Orquesta Sinfónica de Manizales con la desconocida cantante hispana Conchita Lirio. Fue llamada a última hora, porque Régulo Ramírez, el cantor colombiano de moda, no tenía tiempo para perder, mandó decir. Y temporadas de zarzuela en el Teatro de Los Fundadores y compañías de ballet.
Fue establecido el Reinado Internacional del Café, con candidatas disfrazadas de manolas. Como si en España cultivaran el grano o las cosecheras nuestras anduvieran por los cafetales con mantilla y tacones. Antes del desmembramiento de Caldas, hubo Reinado Departamental del Café. (Un locutor radial preguntó a la representante de… cualquier municipio, si deseaba ser madre. Ésta respondió: “Toda mujer lleva un hijo en su pecho”. Una oyente comentó, sarcástica: “¿Creerá que es el Reinado del Café con Leche?”).
Pero, como “lo que se hereda, no se hurta”, al mismo tiempo fueron exaltadas las músicas propias. Otra foto antañona muestra a una estudiantina, rondalla, como dieron en llamarlas, desfilando por la carrera 22 con traje típico, guitarras en mano. Hubo concursos: el de la feria de 1958 lo ganaron Los Hermanos Moncada, de Armenia, con el bambuco ‘Hágame un tiple, maestro’. El inolvidable compositor Guillermo González Arenas fue el amo musical de las primeras ediciones con su orquesta Italian Jazz. Sus primeros éxitos fueron el pasillo rápido ‘Viva la feria’ y el pasodoble ‘Manizales en feria’. En los años 1970 hubo Festival Folclórico Colombiano y hasta latinoamericano.
Se daba importancia al deporte: había campeonato mundial de esquí en el Nevado del Ruiz. Tendieron un teleférico sobre el glaciar, cuyo imperceptible y constante desplazamiento echó al suelo las torres, que durante decenios se oxidaron a la vista. También, temporada internacional de fútbol, con equipos de primera categoría. Los partidos eran a las 10:00 a.m. Carreras de caballos en el hipódromo del viejo estadio Fernando Londoño; de motociclismo y ciclismo, en fin. La temporada taurina sustituyó las berlinas del viejo carnaval: solo asistían quienes podían pagar.
Cuán diferente es la Feria de Manizales actual respecto de las primeras y si conserva o aumentó el encanto de los primeros tiempos, lo sabrán los participantes más veteranos. Cualquiera sea la respuesta, queda un interrogante: ¿Muestra la verdadera identidad de los manizaleños?
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