La lagartería de los políticos es infinita. Iluso que es uno, la suponía exclusiva de los de Colombia, maestros en faenas delictivas, prestidigitadores para desaparecer recursos públicos y maromeros para eludir castigos. Otros (y otras), agregan aptitudes de payaso o de bestia de planicie cálida.
De vez en cuando, brota en países donde, supuestamente, los políticos son tan honrados, trabajadores e inteligentes, que no parecen políticos. Pues bien, un parlamentario de Noruega no vaciló en proponer a Donald Trump para Nobel de la Paz 2021, por su intervención en el establecimiento de lazos diplomáticos entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos.
Si bien es algo muy importante para el mundo, es un episodio aislado en la gestión de Trump. Todos los despropósitos imaginables, e inimaginables, cometidos a lo largo de tres años, no se borran con una mediación que es parte de las funciones del cargo que mancilla. Parece mentira que haya hecho algo bueno por alguien que no sea él. Seguramente, no tuvo el propósito…
El apellido Trump y la palabra paz se repelen. Para quien lo ostenta, el triunfo (Trump) solo se obtiene parándose en la cabeza de alguien… o de muchos. Con su mentalidad, es tan factible que él mismo malogre el acuerdo (y la candidatura al Nobel), como que Israel incumpla el compromiso de no apoderarse de más territorio palestino.
Quién sabe cuál será la relación del innombrable parlamentario con el comité que otorga el premio. El mero hecho de ser noruego, acrece la sospecha de haberlo convertido en letra de cambio política, malogrando el ideal primero. Debe recordarse que una antigua ministra de ese país gestionó grandes negocios petroleros en Colombia, incluidas enormes extensiones para explorar yacimientos, y después encabezó la comisión que lo entregó al presidente con el cual firmó los tratados. ¿El gurú de la lagartería habrá dictado clases en Oslo?
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Talento sin personalidad: James Rodríguez se vinculó con Everton de Liverpool, donde sus probabilidades de jugar serán altas. Alegra a los aficionados colombianos al fútbol, pero más a él mismo, porque el segundo plano lo destruye emocionalmente.
Su llegada a un club menos prestigioso que Real Madrid y mucho menos que Bayern Munich, donde triunfó y fracasó, sugieren que al ídolo nacional le va mejor como cabeza de ratón que como cola de león. En sus pies tiene las condiciones para ser cabeza de león, no así en su propia testuz.
Se esperaba de él actitudes acordes con los compromisos que conlleva hacer parte de una élite deportiva. Pero le falta carácter para enfrentar la ‘adversidad’ de ser dirigido por alguien que no sea de su gusto. En lugar de sacar la casta, se doblega, refugiándose en gestos lastimeros, para obtener compasión lo que no logra por capacidad.
James sucumbe con los entrenadores exigentes y funciona solo con los paternalistas y condescendientes. Sin importar si unos exigen actitud y otros solo aptitud, nadie puede darse el lujo de escoger el jefe.
Pareciera como si su éxito dependiera de Ancellotti, quien lo dirigió en Madrid y Munich. El reencuentro en Inglaterra convirtió en disculpa sus motivos para no seguir en Alemania: el frío y el idioma. La isla británica dista de ser tropical e hispanohablante. Cabe esperar, entonces, que un eventual despido anticipado de su protector, será el anuncio de nuevo fracaso, quizás el golpe de gracia para James.
Ancellotti debería comprar sus derechos deportivos y llevarlo consigo a cuanto equipo dirija. El contrato del pupilo terminará cuando saquen al mentor. Tal vez así, solo así, el consentido jugará como le gusta.
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