Finalizando el año 2018, el Instituto Nacional de Salud y el Observatorio Nacional de Salud publicaron el Informe Técnico Especial sobre “Carga de enfermedad ambiental” en el cual se reportan los registros y tendencias de las manifestaciones de enfermedad directamente asociados a problemas ambientales, principalmente relacionados con la calidad del agua y del aire. El informe recoge datos de un total de 26 estudios publicados entre 2010 y julio de 2018, los cuales abordaban como factores de riesgo ambiental el consumo de agua, el saneamiento, el uso de combustibles sólidos para cocción y la exposición a material particulado. Es importante precisarlo, porque otros factores de riesgo asociados a lavado de manos, contaminación por ozono ambiental y exposición a metales pesados, entre otros tantos factores, no se consideran en el informe.
Lo dramático del informe, evidente en las cifras reportadas para 2016, es que en dicho año murieron en Colombia algo más de 17 mil personas por nueve enfermedades que se asocian directamente a los factores de riesgo antes mencionados. Cuando el total de muertes reportadas en el país fue de 223 mil, a las enfermedades asociadas a factores ambientales se les atribuye cerca de 8% de las muertes, y esto en adición a los 335 mil años acumulados de vida saludable que perdió el total de la población colombiana en el mismo 2016. Esto último es como si toda la población urbana de Manizales redujera 1 año de su vida saludable.
Pero más inquietante resulta saber que de los cuatro departamentos de mayor mortalidad atribuible a riesgos ambientales, tres son los del Eje Cafetero, y solo nos acompaña Norte de Santander. Similar comportamiento tenemos, en los lamentables primeros lugares de los departamentos de reducción de años de vida saludables.
Con este, como con todos los informes, hay que tener la precaución en cuanto a las cifras, pues en muchas ocasiones sucede que lo reportado no es el reflejo de lo que ocurre, sino que es solo eso, lo reportado. No obstante, mayor difusión y reflexión debería suscitar en el Eje Cafetero el hecho de ocupar los primeros lugares en la asociación entre deterioro ambiental, enfermedad y muerte.
No hay que desconocer los importantes esfuerzos y los logros tangibles de la gestión ambiental en nuestro territorio, pero tampoco puede pasarse por alto que aún muchas personas usan agua sin tratar, carecen de sistemas de tratamiento para sus aguas residuales, cocinan con leña y respiran (o respiramos) un aire viciado por emisiones de múltiples fuentes. En este contexto, cobra aún mayor relevancia y oportunidad el avance para la construcción de la Planta de Tratamiento de las aguas residuales de Manizales, un logro que tiene que celebrar todo el territorio, y si se quiere, todos quienes usan agua del río Chinchiná, y luego del Cauca. Pero las acciones, como desde hace años se sabe, no corresponden únicamente a las instituciones.
Difundir y divulgar las cifras, analizar las manifestaciones y las causas de las enfermedades ligadas al deterioro ambiental y reconocer que nuestra calidad de vida está siendo deteriorada silenciosamente, es una obligación de los agentes de la política pública, porque solo así los cambios de conducta en producción, consumo y gestión de nuestros residuos, podrán ser reclamados a los ciudadanos. Informar objetivamente sobre nuestras problemáticas ambientales puede ser el mejor antídoto para la politización e instrumentalización de algunas causas particulares, que obviamente gozan del favor de muchos. Los problemas ambientales son reales, y su resolución es un tema de interés general, que no merece seguirse discutiendo únicamente en el ámbito de los estrados judiciales.
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