Estábamos en el Barrio Judío de Praga. Hay que decir que es un barrio elegante. Los judíos llegaron a Praga en el siglo X y poco a poco se fueron instalando en el hoy Josefov. A lo largo de la historia sufrieron de persecuciones, como que les quemaban las sinagogas hasta que por fin el antisemitismo se acabó. Durante la ocupación nazi todos los judíos de Praga fueron encerrados en el campo de Terezin.
La sinagoga de Maisel lleva el nombre de un devoto alcalde judío y guardaba valiosos tesoros de la tradición judía de Bohemia-Moldavia. Estos tesoros fueron robados por los nazis y llevados a Berlín.
El judío más famoso que recuerda la historia de Praga es el rabino Löw (siglo XVI) del cual se narra una leyenda fantástica. Se dice que con arcilla creó un hombre al que llamó Golem y le colocó una piedra en la boca. Löw creó a Golem para que defendiera a la comunidad judía de Praga de los ataques antisemitas y también para que cuidara la sinagoga Vieja-Nueva. Golem no podía hablar. Dicen que está enterrado en la citada sinagoga que es hoy el centro de la comunidad judía de Praga y en la que hay una silla especial reservada a los rabinos.
La sinagoga española se llama así porque allí se refugiaron los judíos que fueron expulsados de España por los Reyes Católicos en 1492. En la sinagoga Pinkas, de la que ya hablamos, se exponen los llamados dibujos de los niños de Terezin. Se trata de 4.000 dibujos hechos por los niños judíos encarcelados en el campo de Terezin y que muestran lo que los niños pintan y garrapatean. La visita a esta exposición conmueve al pensar que esos niños irían más tarde a parar a los hornos de gas de Auschwitz. Visité el cementerio judío. Creo haber dicho a lo largo de las crónicas de mis viajes en LA PATRIA que soy turista de cementerios. Así he visitado despacio varias veces el Père Lachaise de París, donde hay enterradas más de 200 celebridades de todo el mundo. Allí reposan los restos de Federico Chopin, Abelardo y Eloísa, la divina Sara Bernhardt, Molière, Balzac. Delacroix, Colette, María Callas, Isadora Duncan, Proust, Allan Kardec, Champollion, Jim Morrison, Óscar Wilde, Edith Piaf (“el gorrión de París”) y su adorado Theo y una larguísima lista de celebridades. Tengo fotografiadas todas estas tumbas sin olvidar la de nuestro Rufino J. Cuervo. Las más famosas por razones obvias son las de Jim Morrison, a cuya vera siempre hay hippies fumando marihuana y en los aniversarios es protegida por la policía pues se sabe de la intención de los drogadictos de desenterrar a su ídolo. La tumba de Wilde es monumento nacional de Francia y siempre está pintarrajeada con los labios rojos que dejan allí sus admiradores. Por fin, después de más de un siglo, los ingleses aceptaron hace unos años que en la catedral de Westminster, donde reposan los “hombres grandes que en Britannia han sido” fuera colocado un cenotafio con el nombre de Wilde. Es un cenotafio ya que París no ha permitido que se lleven los restos del escritor. La tumba de Edith Piaf siempre tiene rosas. En París hay otro cementerio importante, donde también reposan personajes célebres y se trata del de Montparnasse. Dos veces lo visité, siempre con mal tiempo. Allí no está permitido hacer fotografías. No obstante, (¡colombiano que es uno!) logré fotografiar las tumbas de Sartre y de Simone de Beauvoir.
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