¿Cuántas veces crucé el Danubio por el Puente de las Cadenas? Perdí la dichosa cuenta. Budapest se puede llamar la ciudad de los puentes, todos tienen su historia y los que existían en la Segunda Guerra Mundial fueron destruidos por los alemanes ante el asedio de las tropas soviéticas. Todos, igualmente, fueron reconstruidos. Una prueba más de tesón de los habitantes de Budapest. "Chapeau", como se dice en estos casos. He llegado caminando al más famoso de los puentes de la ciudad y dije caminando porque aunque la ciudad tiene muchos medios de transporte que llevan prácticamente a todos los rincones de Budapest, todo lo hice andando. Andar es un placer y es el mejor medio para conocer. Budapest tiene 4 líneas de metro, 40 líneas de tranvía, autobuses, funicular y tren de cercanías.
Muchas de las grandes ciudades del mundo están atravesadas por bahías o ríos tutelares: Londres, Roma, San Francisco, Lima, París, Viena y todas los han incorporado a su historia, al folclor, a la literatura, a la pintura, incluso a la crónica roja. Los ríos son la vida y dan vida. "Se puede querer mucho a un río" escribió Hermann Hesse. Aquí en Budapest nos encontramos ante uno de los ríos medulares de Europa, el Danubio, que atraviesa 10 países, baña muchas ciudades importantes y desemboca en el Mar Negro en Rumania. El Danubio con sus 2.860 kilómetros es el segundo río en longitud en Europa después del Volga. Estamos ante un mar interior.
Llegué, pues, al Puente de las Cadenas, el más famoso de los 10 que cruzan el Danubio en los 29 kilómetros que el río regala a Budapest. Me vino a la memoria el Puente de Carlos, que atraviesa el mismo río en Viena y que como lo dijimos en crónicas anteriores es de espectacular belleza.
Este Puente de las Cadenas cuyo nombre en idioma magyar es Szechenyi lanchid, no se queda atrás en majestuosidad. Se trata de un puente colgante sostenido por robustas cadenas. En aquellos tiempos se pasaba el río en transbordador, o nadando y en invierno cuando el río se congelaba a pie, en carruaje o a caballo. Cuenta la historia, que no la leyenda, que el conde Szechenyi tuvo que esperar una semana para pasar de un lado al otro debido a las condiciones adversas del río. El buen aristócrata decidió, entonces, pagar de su bolsillo la construcción de un puente, que fue el original. Lo construyeron los ingenieros ingleses Adam y William Clark entre 1839 y 1849.
Exactamente a los cien años, en 1949, fue inaugurado el puente actual ya que los alemanes destruyeron el original durante la Segunda Guerra Mundial.
El puente es de una belleza impresionante de día y de noche. ¿Y por qué de noche? Porque la iluminación lo convierte en una estructura casi que fantasmal y según se lo mire y desde donde se lo mire la visión del mismo con el Parlamento iluminado y con el Palacio de Buda iluminado, es de inolvidable belleza. Hasta las cámaras fotográficas se recalientan haciendo fotos.
La longitud total del puente es de 375 metros y los corredores laterales permiten a los caminantes detenerse todo el tiempo que deseen para admirar el río, para "mirarse en sus ojos" (siempre según Hermann Hesse), para contemplar ambas márgenes y sus construcciones, de un lado el Parlamento y del otro la Colina de Buda con el Palacio Imperial, también se ven las torres de "mi" iglesia barroca de Santa Ana, y se pueden mirar los cruceros, los barcos y los barquitos que navegan el río.
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