Hoy escribo con la convicción de estar haciendo el artículo más importante desde que retomé mi labor como columnista para este periódico. Es que las elecciones del próximo domingo son trascendentales para Colombia; en ellas definimos cuál será el rumbo que le daremos a nuestro país, pues al seleccionar al capitán del barco, éste determina todo lo demás y no es una decisión que se pueda tomar con ligereza. Indudablemente tenemos cinco candidatos muy inteligentes, independientemente de la afinidad que se pueda sentir con unos de ellos más que con otros, son hombres brillantes.
Para tomar mi decisión he analizado las intervenciones en los debates presidenciales y además he tomado en cuenta la trayectoria de cada uno de los candidatos, sus padrinazgos y asociaciones y también mi conciencia, pues tengo que votar por la persona que mejor represente mis ideas y lo que yo quiero para este país. Comienzo por descartar a Gustavo Petro y a Iván Duque, al primero porque a pesar de tener unas ideas muy interesantes, por ejemplo el impulso que le quiere dar al uso de las energías limpias y a la agricultura, me preocupan algunas de sus propuestas populistas, como la de distribución democrática de las tierras productivas, como él la llama, que a mí me suena a expropiación y sinceramente me asusta. De Duque me aleja su padrino político, Álvaro Uribe, a quien considero una persona radical y extremista en sus posturas, que no admite la discrepancia y el pluralismo en las ideas, fundamentales las dos para construir democracia. Yo veo a Duque demasiado joven y manipulable, ojalá me equivoque y, si es que llega a ser presidente, sea capaz de separar sus ideas y decisiones de las de su mentor, porque no quisiera ver a este país gobernado bajo los lineamientos de Uribe que, entre otras cosas, quiere acabar con la Corte Constitucional, porque es la única que se ha atrevido a ponerle freno a algunas de sus controvertidas acciones.
Germán Vargas Lleras, sin duda alguna, es un hombre muy preparado para gobernar el país, él sí con el criterio y los pantalones para no dejarse manipular de nadie, pero a pesar de que en sus últimas presentaciones ha suavizado un poco su postura frente a temas álgidos y fundamentales para el futuro de Colombia como el proceso de paz, a veces se le sale el radical de derecha que lleva adentro y comete unas imprudencias como la de ayer, en el debate de El Tiempo, cuando puso en entredicho el papel de los maestros que van a ser jurados de votación el próximo domingo. Otra de las cosas que no me gusta de este candidato es su asociación con la clase política tradicional, que tristemente nos tiene sumidos en el flagelo de la corrupción. Por supuesto que hay políticos honestos apoyándolo, pero la cosa es tan notoria, que le oí unas declaraciones al propio Vargas Lleras afirmando que “le he notificado a los parlamentarios que me están acompañando y a los dirigentes, que se terminó la robadera”. Si esto lo dice el propio candidato, lo cual, entre otras cosas le aplaudo, qué podremos esperar.
Humberto de la Calle es una persona con la experiencia y la trayectoria para ser un buen presidente. Es, de los cinco candidatos, el que sostiene la postura más comprometida con el proceso de paz, tiene conciencia social y buenos proyectos para construir una Colombia más justa; lo considero un muy buen candidato. Me entristece mucho verlo tan solo en esta campaña, no veo el apoyo claro de su partido, también sumido en profundos problemas de corrupción y creo que los que se han dejado meter el cuento de que aquí la elección es entre Petro y Duque están cometiendo un error al descartarlo, porque es una excelente opción para el país.
Sergio Fajardo es un hombre que encarna muchas de las ideas que a mí más me gustan en un presidente, creo que si Colombia elige a un profesor para dirigirla, esa persona por fin le dará el impulso a la educación que tanto necesita nuestro país, pues las potencias no se construyen con base en el desarrollo industrial, empresarial o agrícola, se construyen impulsando el conocimiento, que catapulta todo lo demás. Estoy de acuerdo con este candidato cuando plantea que el impuesto más alto que pagamos todos los colombianos es la corrupción. Por eso creo que la ética tiene que ocupar un puesto principal en cualquier proyecto de gobierno y al único candidato que se la he visto plantear directamente es a Fajardo; sé que está acompañado por el profesor Mockus, persona a la que vi liderar y generar profundos procesos de cambio en una ciudad tan difícil como Bogotá, donde crear cultura ciudadana era casi una utopía y él lo logró. Sinceramente pienso que el cambio que requiere Colombia es profundo, la infraestructura es importante, pero si no hay recuperación de valores fundamentales nunca van a llegar la paz, la justicia ni el verdadero progreso a nuestro país.
Mi voto está entre De la Calle y Fajardo. El próximo domingo, cuando me acerque a esa mesa de votación, espero ir con una decisión ya tomada. Todavía quedan más debates por escuchar, así que seguiré juiciosa en mi tarea para poder tomar esa difícil decisión con plena conciencia y responsabilidad. Espero que cada uno de ustedes haga lo mismo.
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