Desde 1880 se dispone del registro de la variación del clima en el planeta, lo que ha permitido mostrar el incremento de la temperatura desde entonces. Ese aumento es real, por ejemplo, Manizales ya ha alcanzado temperaturas de 32 grados centígrados. El cambio climático consiste en que los veranos y los inviernos son cada vez más fuertes. Por eso cuando estamos en verano hace más calor y en épocas de lluvias, éstas se incrementan en volumen, son más fuertes y el frío se hace más intenso.
En este año tuvimos el anuncio de la posible presencia del fenómeno del Niño por lo que su inicio fue relativamente seco; sin embargo, este no se dio y cuando aparecieron las lluvias, muy rápidamente la ciudad llegó a estar en alerta roja, lo que indica que tenemos una alta probabilidad de que se presenten derrumbes.
La alerta roja se activa cuando la sumatoria de lluvias de 21 días seguidos llega a los 300 milímetros. Un milímetro de agua equivale a un litro de agua por metro cuadrado; es decir, en este periodo han caído en la ciudad 300 litros de agua -que son 300 kilos- por cada metro cuadrado.
Para contrarrestar los efectos del cambio climático es muy poco lo que podemos hacer, pero sí podemos prepararnos para mitigarlos. Lo más importante es establecer programas de educación y formación para que los pobladores de las zonas bajas con temperaturas altas, entre otras, tengan claro cómo debe ser su comportamiento con respecto a los fuertes calores, evitando las deshidrataciones y protegiéndose de la exposición prolongada al sol. Otro problema son las sequías, en las que se puede afectar hasta la disponibilidad del servicio de acueducto.
En las zonas altas y frías como Manizales, donde los meses de marzo, abril, mayo, septiembre, octubre y noviembre siempre serán de lluvia, se deben preservar las laderas y controlar las obras de contención que se han construido para evitar los derrumbes y establecer programas de vigilancia y control sobre las intervenciones que se hacen a las laderas. También hay que tener precauciones para los otros meses, cuando se presentan temperaturas elevadas y la presencia de lluvias disminuye.
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La semana pasada Manizales volvió a vivir otra jornada sin carro. Programa que se volvió una moda en el país. Prácticamente se tiene establecido en todas las principales ciudades. Esta séptima jornada se dio en un día lluvioso y frío, lo que dificultó que la comunidad pudiera ir caminando o en bicicleta a su trabajo o a hacer sus vueltas personales.
Programas como el día sin carro puede recibir muchas críticas. Los grandes contaminadores del medio ambiente no son los carros y además, el programa mostró la gran cantidad de taxis y de vehículos de servicio público que transitan en la ciudad. En términos generales las avenidas de la ciudad no estuvieron tan despejadas como se creería deberían estar. Sin lugar a dudas, los grandes beneficiados fueron los taxistas. Pero al programa hay que verlo con otros ojos. Es un programa de formación y de toma de conciencia, y así como el cambio climático está trayendo consigo un incremento de lluvias en Manizales, la contaminación en las ciudades es una realidad.
El programa del día sin carro también debe servir para tomar conciencia que la ciudad debe disponer de un transporte público eficiente y lo menos contaminante posible. El sistema de transporte integrado que se ha estado tratando de implementar desde hace unos años, serviría mucho para mejorar la contaminación ambiental, contribuiría para aliviar las condiciones económicas de las familias más desfavorecidas y para disminuir la congestión vehicular. El programa contempla una restructuración en las rutas de los buses, tarifas diferenciales en los transbordos -incluyendo el cable aéreo- y una buena programación en horarios de los recorridos del transporte público colectivo, evitando por ejemplo, que en las horas de menor movimiento de pasajeros transiten muchos buses y busetas con muy pocos usuarios.
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