Una de las comidas más apetecidas de los colombianos es la empanada. Todas las regiones tienen su modo de prepararlas. Personalmente me gustan recién salidas de la sartén, tostaditas y vegetarianas; es decir, que no tengan nada de carne. La empanada hace unos pocos días se convirtió en motivo de muchos comentarios, fruto de un comparendo que le impusieron a un ciudadano por comprar una en la calle. Las críticas sobre la sanción fueron todas, lo que desvió la atención sobre el fondo de la medida, que era penalizar el uso indebido que se le está haciendo al espacio público en nuestras ciudades. 
El control del espacio público en la mayoría de las ciudades del país se ha vuelto excesivamente complejo, y Manizales no ha sido la excepción. Son muchos los años que han transcurrido en los que se ha tratado de controlar el mal manejo del espacio público y muy poco lo que se ha podido lograr. Para no ir muy lejos, en épocas de la alcaldía de Victoria Eugenia Osorio de Mejía, la única mujer que ha sido elegida como alcaldesa por voto popular en nuestra ciudad, que nos gobernó entre los años 1990 y 1992, y que dicho sea de paso hizo una excelente labor, ante las dificultades con los vendedores que estaban establecidos a lo largo de la calle 19, tomó la decisión de trasladarlos a un sitio que ella denominó el centro de comercio informal -más conocido como el “Vicky Center”- localizado al frente de la antigua alcaldía de la ciudad. Con esta medida en su momento algo se logró.
Manizales tiene graves problemas con el mal uso del espacio público: por la proliferación de vendedores ambulantes localizados prácticamente por toda la ciudad, por la construcción de escaleras sobre los andenes, por la invasión de los antejardines y de los andenes por parte de los carros. 
Los vendedores ambulantes obstaculizan el desplazamiento peatonal de las personas, generando incomodidades adicionales por el acoso que hacen a los ciudadanos al ofrecer su mercancia y, en algunos casos, por los olores que se generan al cocinar sus productos.
Muchas residencias familiares se han convertido en restaurantes. Sus propietarios han utilizado los antejardines de sus casas como parte de sus negocios. Hay que que tener claro que si bien los antejardines son propiedad de los dueños de las viviendas, son de uso de la comunidad. Un reciente fallo judicial ordenó demoler una construcción que se había hecho en un antejardín por un propietario de un reconocido restaurante de la ciudad, y hay otra demanda que está en tránsito por el mismo motivo, lo que está generando un gran temor de los dueños de restaurantes que los están utilizado para su negocio. 
El tema de las escaleras sobre los andenes es aún más delicado, porque son muchos barrios de la ciudad donde se construyeron para acceder a la segunda planta de las casas. Estas escaleras se han convertido en un verdadero atentado ciudadano: no están señalizadas, están ancladas al piso, son metálicas, con bordes afilados y al estar sobre los andenes, obligan al peatón a caminar por la calle. Lo mismo sucede con los carros parqueados sobre los andenes, que también obligan a los peatones -entre ellos a los de la tercera edad- a caminar por las calles. 
Como decía, lamentablemente la discusión del comparendo que le impusieron al ciudadano por comprar una empanada en la calle desvió totalmente la atención sobre el verdadero problema, que entre otras se originó porque los vecinos de un barrio residencial de Bogotá se habían quejado por el puesto de venta de este producto que se había instalado en la vía pública. Queja en la que aparentemente tenían toda la razón.
Las administraciones municipales podrán expedir normas, discutirlas y socializarlas ampliamente con la comunidad para controlar el manejo del espacio público, podrán hacer permanentes controles, pero si no hay conciencia ciudadana sobre el uso que se le debe de dar al espacio público, es muy poco lo que se puede lograr.