Para tu cerebro tal vez lo más difícil de afrontar es no saber lo que viene, el no poder predecir lo que sucederá a continuación, esto le genera un sufrimiento tan fuerte como el dolor físico, y esto ha sido validado por recientes estudios de neurociencia, como en el que le pidieron a un grupo de voluntarios de que eligieran si recibir tres minichoques eléctricos seguidos, o dos en cualquier momento durante la siguiente media hora, el noventa por ciento escogió recibir tres choques seguidos en lugar de solo dos. Al preguntarles a los dos grupos que tan incómodo fue el ejercicio, quienes eligieron dos lo calificaron con el doble de molesto que quienes recibieron tres, lo cual demostró que cuando no sabemos lo que va a suceder, la ansiedad de lo incierto hace que la pasemos muy mal.
Si bien es posible que no deseemos reconocerlo, la incertidumbre es una parte natural e inevitable de la vida. Muy poco acerca de nuestras vidas es constante o totalmente cierto, y aunque tenemos control sobre muchas cosas, no podemos controlar todo lo que nos sucede. Cada vez que salimos de casa, tomamos un vuelo o arrancamos un automóvil estamos expuestos a lo incierto, la clave está en no convertir una situación habitual en el detonante de la ansiedad, por ver de manera desmedida los riesgos. Existen varias acciones que puedes tomar para aprender a gestionar mejor la incertidumbre:
·Identifica que detona tu incertidumbre: la forma como interpretas el mundo a través de una preocupación excesiva o una perspectiva pesimista puede ser una fuente externa de tensión y estrés, observa que tipo de contenidos consumes si solo estas rodeado de malas noticias, de cadenas de WhatsApp que confunden con información negativa o compartes con amigos y familiares inconformes eternos. Este entorno puede afectar tu bienestar por el contagio emocional que experimentamos de las personas con las que más compartimos. Una buena idea es reconocer tus factores desencadenantes, y de ser posible tomar medidas para reducir la exposición a ellos.
·Renuncia a la certeza: reconoce cuando empieces a sentirte ansioso y temeroso por una situación, cuando te estés comenzando a preocupar por qué pasaría si, o que interpretes que una situación puede salir mucho peor de lo que realmente es. Busca las señales físicas de que lo que estás experimentando es ansiedad. Es posible que notes tensión en el cuello o los hombros, dificultad para respirar, la aparición de un dolor de cabeza repentino o una sensación de vacío en el estómago. Tómate un momento para hacer una pausa y reconocer que estás activando tu sistema de lucha y huida ante un peligro que no está presente.
·Abraza la incertidumbre: En lugar de resistirte o evitar la incertidumbre haciendo esfuerzos inútiles para controlar lo incontrolable, ábrete a experimentar la incomodidad de la incertidumbre, entendiendo que no es el fin del mundo. Como todas las emociones, si te permites sentir miedo e incertidumbre, eventualmente pasarán. Concéntrate en el momento presente y ánclate a tu respiración, fluyendo con la emoción y observando la incertidumbre que estás experimentando como si fuera una pantalla en la que proyectas la situación. Respira lenta y profundamente para tranquilizar poco a poco tu sistema nervioso y dejar pasar la emoción.
Recuerda que en tu vida siempre habrá situaciones modificables y otras sobre las que no tienes control así que lo mejor es tomar medidas sobre aquellos aspectos de un problema que puedes controlar y aceptar los inmodificables. Cuando tu mente vuelva a la preocupación o vuelvan los sentimientos de incertidumbre, vuelve a centrarte en tu respiración y a conectar con el momento presente.
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