El noventa por ciento de las personas caen en la trampa mental de aplazar, dejar para después, o evadir la realización de una tarea, o dicho de otro modo procrastinan. Lo que inicialmente puede verse como desmotivación o “pereza” afecta no solo la productividad de las personas, sino su bienestar y equilibrio.
Ya que evolucionamos para evadir el dolor y buscar el placer, nuestro cerebro nos sabotea en el momento que debemos realizar tareas que puedan abrumarnos o incomodarnos, haciendo que busquemos algo más agradable que realizar, aunque no nos beneficie. Es tan automática la reacción que en ocasiones la persona no se da cuenta que está aplazando algo importante y pierde de vista las consecuencias de la procrastinación: los estudios de productividad en el mundo nos indican que se pierden más de 3 horas todos los días y alrededor de 55 días cada año en actividades de poca importancia.
Existen diferentes tipos de procrastinadores:
El perfeccionista: está centrado en hacer las tareas de manera impecable, lo cual hace que pierda mucho tiempo revisando aspectos de menor importancia. Puede verse atascado en el proceso, incluso cuando ya ha iniciado por miedo a equivocarse.
El soñador: Tiene una gran capacidad de ideación, le gusta hacer el plan ideal más que tomar medidas. Es muy creativo, pero le resulta difícil terminar una tarea.
El evitativo: Le paraliza el hecho de asumir tareas que cree que no puede realizar. Prefiere posponer el trabajo que ser juzgado por otros cuando cometa un error.
En su investigación, Tim Pychyl identifico un conjunto de siete desencadenantes que hacen que una persona interprete una tarea como poco interesante y por lo tanto la procrastine:
Aburrida
Frustrante
Difícil
Ambigua
No estructurada
No es intrínsecamente gratificante (es decir, no encuentras el proceso divertido)
Falta de significado personal
Para lograr recuperar el control y ser cada vez más productivo puede tomar algunas de estas acciones:
Reevalúe la situación que está a punto de aplazar, verifique ventajas tiene el llevarla a cabo y que desventajas el aplazarla, con esto le está dando la oportunidad a su corteza prefrontal de tomar el control y actuar en búsqueda del beneficio a largo plazo. Eso se debe a que hacemos una interpretación de las tareas que procrastinamos como peores de lo que realmente son. Comenzar a trabajar en ellas hace que a nivel profundo del cerebro hagamos una reevaluación de la actividad y dejemos de sentir la incomodidad inicial.
Dé el primer paso: programe el momento en el que va a avanzar y no se dé tiempo de encontrar excusas, oblíguese a iniciar y verá como en diez minutos ya rompió la resistencia. Una vez que da el primer paso, es más fácil seguir adelante. Centre su atención y su energía en una tarea a la vez: aunque el proyecto tenga muchos pasos, usted solo podrá dar uno a la vez. Tenga en cuenta el panorama general, pero haga la carga de trabajo más liviana al dividirla en pequeñas acciones. Cuando dedica su atención a un elemento a la vez, vera como se hace más fácil avanzar de manera gradual hacia el objetivo más amplio.
El superar la procrastinación es un viaje largo que requiere ir generando pequeñas victorias que una vez sumadas generan cambios exponenciales tanto en su vida personal como profesional.
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