“No escriba de eso que ya se sabe todo” me dijo mi mamá cuando le conté que pensaba escribir sobre la presidenta de Croacia. Después de mandarme por Whatsapp los mensajes sobre esta belleza de mujer, me advirtió que “ya todo el mundo sabe todo lo de ella porque ha visto los mensajes”. ¿Qué más puedo yo decir?
Lo primero, es que no hay que creerle a todo el mundo ni a todo lo que llega por Whatsapp o se publica en Facebook. Ya se lo dije, pero no me cree. A ella le encanta creer. Lo segundo, es que la presidenta croata no es la de la foto que circula en redes mostrando sus atributos en diminuto bikini en la playa. Esa es la modelo gringa y exconejita Playboy Coco Austin. Tercero, Kolinda Grabar-Kitarovic no vendió su avión presidencial ni los Mercedes Benz de los ministros, ni bajó su salario a la mitad, ni habla siete idiomas ni hizo muchas cosas de esa falsa lista de realizaciones. Pero eso no lo quita mérito.
Habla cuatro, entiende tres. Habla croata desde chiquita, y además inglés, español y portugués y entiende italiano, francés y alemán. Eso de que subió el sueldo a los trabajadores es cierto, pero la hazaña es el aumento de salarios normal que se realiza cada año en el país. Y es que hay algo muy importante que aclarar, Croacia está gobernada por presidente y primer ministro y el que manda realmente es este último, el abogado Andrej Plenkovi. Y es muy cierto también que se pagó los tiquetes de avión en clase turista para ir a Rusia y que de su bolsillo salieron las entradas a los estadios y que renunció a la zona VIP para estar en las tribunas con los demás hinchas. Otra cosa que es verídica es que no tiene nada que envidiarle a Coco Austin en vestido de baño pues ella en bikini se ve tan regia como la modelo, pero más decente. Y muy cierto es también que los días que estuvo en el mundial se los descontaron de su sueldo a petición de ella.
Lo que no saben muchos es que en 2010 cuando fue embajadora en Estados Unidos su esposo Jakov Kitarovic fue acusado de usar el vehículo oficial para viajes y asuntos personales y que tal vez por este antecedente no quiso que su viaje a Rusia se lo pagara el estado, para acallar malas lenguas. Tampoco se sabe que actualmente es una pila estudiante de doctorado en Política en la Universidad de Zagreb, de donde se graduó en 1992 en literatura inglesa y española, y después se ganó una beca para hacer su máster en relaciones Internacionales. Además de bonitísima y carismática, es inteligente y guerrera. Viene de una familia humilde de la ciudad de Rijeka, perteneciente a lo que fue la desaparecida Yugoeslavia. Es amable, espontánea y buena perdedora. Aunque su equipo perdió 4-2 con Francia en la final, felicitó con entusiasmo a Emmanuel Macron y a cada uno de los jugadores franceses les dio un abrazote mojado y sincero. Y le importó un pepino emparamarse bajo el torrencial aguacero que cayó en el momento de la premiación y del que fueron protegidos con oscuros paraguas los presidentes que estaban en el podio, menos ella, porque no anda con séquitos que le abran la sombrilla cuando llueve. Se sabe además, porque nos consta, que no se le encrespa el pelo cuando se moja ni se le riega el maquillaje.
Nadie podría sospechar que esta mujer de 50 años que abraza como una madre a 44 jugadores sudados y mojados es una política estratega conservadora populista-nacionalista que apoyó la idea de construir vallas en las fronteras del país para evitar la entrada de refugiados de Siria y Libia a Croacia. Pero el caso es que fue la sensación en Rusia y se le robó el show hasta al jugador croata Luka Modric, ganador del balón de oro. Es verdad que sus historias superaron en las redes sociales en un 25% a las menciones de su selección y todos sus jugadores juntos. Aunque la mitad fueran mentira.
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