Si bien no hace mucho tiempo era un sacrilegio semántico el usar términos que se consideraban de exclusiva aplicabilidad para una determinada actividad, arte u oficio, hoy las cosas han cambiado, principalmente por efectos de la influencia de modas foráneas en aquello de simplificar todo al máximo, inclusive hasta el punto de poner en riesgo la pérdida de no solo el nivel cultural y estético de una sociedad, sino también el sentido del apropiado uso del lenguaje, de la gramática y de la coherencia y relación textual de la redacción.
Y es así como últimamente vemos a los críticos taurinos de la Madre Patria usando en sus crónicas una serie de palabras que estábamos acostumbrados a oír en otros ámbitos, pero que ahora sirven para definir momentos, situaciones y estados de la gallarda fiesta.
Tenemos hoy, como “el último grito de la moda”, el hablar de lo “kitsch” de la tauromaquia moderna, término este que empezó a utilizarse entre 1860 y 1870 en la jerga de pintores y comerciantes de arte en Munich para designar material artístico barato. Ampliaré la definición diciendo que “kitsch” es un concepto estético y cultural que en su origen ironizaba con la relación que apareció entre el arte barato y el consumismo, y hoy designa la inadecuada estética general y permite comprender, en gran medida, las formas de la cultura y el arte contemporáneos, llenos de producciones alternativas que promueven efectos baratos, sentimentales y muchas veces enfocados hacia el consumo masivo.
Dentro de ese orden de ideas no nos queda otro camino que aceptar que, por lo menos en este caso, el hurto que del término “kitsch” le ha hecho la tauromaquia a las artes plásticas, le cae como anillo al dedo. Habrá muchos otros casos en que se apliquen palabras a determinada actividad que por no corresponderle “chillen” por su uso, como por ejemplo llamar “fans” a los seguidores de un torero, pero repito, con lo de “kitsch” no hay nada que hacer. Es válido el empleo del término para nuestra actualidad.
Tenemos que aceptar que la Fiesta, y más la que nos presentan en América, ha perdido la profundidad, la pureza y muchas otras de sus ancestrales virtudes y se ha convertido en una mercancía de poca calidad, pero que resulta por demás apta para el consumo masivo.
E infortunadamente una de las varias razones por las cuales podemos hablar de, siguiendo la “onda” del uso de palabras que no hacen parte de nuestro argot pero “aplican”, una Fiesta “descafeinada” es porque cada vez nuestros públicos se vuelven más indulgentes y menos exigentes. Se conforman con poco y festejan, celebran y consideran válida cualquier actuación, por pobre que resulte para los ojos de un mediano conocedor del arte de Cúchares. Y las figuras, conscientes como son de la generosidad de la afición americana toman ventaja de ello y cada vez hacen mayores exigencias en los escritorios y menos esfuerzos en el ruedo.
Recibe un abrazo de tu amigo El Fraile.
Añadido: Mala señales está mandando el nuevo gobierno al sostener tercamente en sus despachos tanto a Claudia Sofía Ortiz Rodríguez como a Alberto Carrasquilla Barrer, a pesar de las críticas que por temas éticos se les han hecho a ambos. Huele mal no solo insistir en el argumento peregrino de que una cosa es lo ético y otra lo legal, sino también en “brincarse” las normas para realizar un nombramiento. ¿De cuándo a hoy, en el caso Ortiz, la experiencia sustituye a la academia?
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015