Colombia es un país de polarizaciones. Lo que sucede desde hace tiempo en el escenario político también se da en otros sectores de la vida nacional. Me refiero específicamente al caso de la educación. En el artículo anterior comentaba que la escuela, los niños, los maestros y los padres de familia quedamos en la mitad del debate entre el Ministerio de Educación Nacional y Fecode: los primeros impetrando la alternancia bajo condiciones de inviabilidad, sin recursos, sin internet, sin aseadoras y sin organización métrica necesaria de los espacios, mientras que los segundos, en oposición absoluta, exigiendo unas condiciones que ni en la presente década sería posible cumplir. Pero lo más grave es que estos actores pareciera que no tuvieran la más mínima preocupación y afán por los niños, que con urgencia inaplazable necesitan retornar a la escuela.
Debo advertir que no comparto ninguna de las dos posiciones. La del Ministerio raya con la irresponsabilidad. En términos de política educativa, definitivamente en este país solo importan los indicadores, las cifras, las coberturas y las matrices; poco importan los niños, sus condiciones, necesidades y oportunidades, ni mucho menos sus angustias y tristezas. Pero tampoco estoy de acuerdo con la posición de Fecode, porque con ella se cierra la más mínima posibilidad de que los niños de las escuelas públicas de Colombia tengan al menos la esperanza de regresar este año.
Pienso que este momento histórico de la humanidad reclama la grandeza de los maestros y sus directivos. Estoy convencido de que nuestra vocación y la pasión por lo que hacemos nos permitirá estar por encima de nuestros dirigentes gubernamentales y sindicales, pues de cara a los niños ambos están equivocados. Invito a todos los maestros y a todas las escuelas para que generemos propuestas alternativas pertinentes que respeten el derecho de los profesores a cuidarse cuando se encuentran en condiciones de riesgo, pero que a la vez posibiliten el regreso de los niños a la escuela que tanta falta les está haciendo para intervenir las situaciones adversas que colateralmente ha producido la ausencia escolar.
El mundo entero está alerta y hoy clama por el pronto retorno a las aulas como un asunto de interés público de primerísima necesidad. No en vano diferentes organismos nacionales e internacionales se han pronunciado al respecto manifestando enfáticamente que si hacemos un retorno progresivo, responsable, tranquilo y amigable, son mayores los riesgos que corren los niños por fuera de la escuela que la posibilidad de contagiarse. Este argumento podría ser válido. Yo no lo discuto, pero tampoco lo comparto, sencillamente porque la escuela y los maestros no somos los responsables de la seguridad y del cuidado de los niños en tiempos extraescolares.
“La escuela no es una guardería de niños”, la escuela es un laboratorio de aprendizajes. Aquí está mi principal preocupación: los niños están asumiendo un altísimo riesgo de no aprender. Los maestros y la escuela tenemos un gran compromiso con los aprendizajes de los niños. Por eso, no podemos permitirnos regresar a épocas oscuras de la historia nacional cuando asistir a la escuela era un privilegio de clase social.
En los preludios del siglo XX, en medio de las guerras civiles, el índice de analfabetismo era del 86 %. La educación era un privilegio y solo asistían los hijos de algunas familias que podían atender los requerimientos de un sistema excluyente y perverso que negaba de facto cualquier posibilidad de promoción humana para los pobres de Colombia. Me preocupa inmensamente que hoy solo estén asistiendo a la escuela los niños de colegios privados, mientras los niños de las escuelas públicas continúan a la espera.
Volver a la escuela es un asunto de sensibilidad humana. Volver a la escuela es un tema de gran sensibilidad nacional. Volver a la escuela es un compromiso con las clases populares y con los hijos del pueblo. Volver a la escuela es una tarea pendiente con los niños de Colombia. Volver a la escuela es un imperativo moral para todo buen maestro.
¡Vamos a la escuela sin demora! ¡Vamos pues!
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