No me cansaré de salir en defensa de los niños de los colegios públicos de Colombia ni de exigir respeto por sus tiempos de estudio. Desde cualquier punto de vista, es muy lamentable ver cómo unos y otros saquean este tesoro que les pertenece solo a ellos y del que nadie tendría legítimamente derecho a disponer como si fuera patrimonio propio. Y digo unos y otros porque en esta desgracia tienen responsabilidad todos los actores: autoridades educativas, legisladores, empresarios, profesores, directivos y padres de familia. Unos porque a cuenta del desmedro de estos tiempos cumplen sus propósitos organizacionales y otros porque lo permiten y poco o nada hacen para evitarlo. Y por supuesto que la dirigencia política tiene una gran cuota de responsabilidad, porque hace caso omiso de este drama y se ocupa con mayor diligencia de otras iniciativas legislativas que para ellos tienen vital importancia como, por citar solo un ejemplo, el uso de los celulares en los colegios.
Insisto: permaneceré firme en la defensa de este derecho, sencillamente porque mientras no hagamos un pacto nacional de defensa de los tiempos de estudio de los niños de los colegios públicos de Colombia, intentar reducir las brechas entre la educación pública y la privada no dejará de ser una intención demagógica y un sofisma de distracción que lo único que logran es perpetuar los océanos de inequidad que signan perennemente a los pobres de Colombia.
El último hecho que causó pena con nuestros estudiantes es que los docentes sacarán un día de compensación por el hecho de acudir a las urnas a la elección de la nueva junta directiva del sindicato de Educadores Unidos de Caldas - Educal. Debo advertir que soy garantista de los derechos laborales y que soy gremialista y afiliado hace más de treinta años a este sindicato y a Fecode. Sin embargo, no puedo estar de acuerdo con que sean los niños quienes paguen a elevados costos los reclamos de los maestros y el ejercicio de sus derechos. Soy plenamente consciente de que decir esto es impopular y sé que solo con la razón se puede discernir imparcialmente este asunto, pero prefiero someterme a las críticas cargadas de emoción antes que silenciarme ante un hecho que está tocando fondo y que este año ha llegado a límites insoportables.
Debo manifestar que hasta hoy creí que me quedaría solo en esta misión. Pero hay un hecho que me sorprendió y me despertó el optimismo. “¡Eureka!”, habría exclamado el antiguo filósofo y matemático Arquímedes cuando descubrió el principio que lleva su nombre. Lo mismo podría proferir yo. Precisamente el pasado viernes 15 de noviembre, día de la mencionada jornada electoral y mientras los maestros y directivos gozaban de asueto y sus estudiantes acumulaban un día más a la ya extendida lista de “feriados”, el colectivo de maestros de la Escuela Normal Superior de Caldas le manifestó a su rectora que no afectarían el trabajo académico de sus estudiantes y que cumplirían en jornada contraria y en espacios libres de su jornada laboral su compromiso electoral sindical. Los profesores de esta institución educativa merecen mi reconocimiento, admiración y gratitud, porque más allá de los discursos, con ejemplo han demostrado que sí es posible conjugar intereses y respetar derechos. Mi reconocimiento asimismo para sus directivos y su rectora, porque estoy convencido de que su esencia de maestra ha sido vital en la incubación de nobles gestos como el sucedido.
Los maestros estamos llamados, además de cumplir con la legalidad nuestra misión, a evidenciar ejemplos de legitimidad. Y es aquí precisamente donde nos hemos equivocado con mucha frecuencia. ¡Qué bueno que sea desde una escuela normal, la cuna de la pedagogía, la escuela formadora de maestros, donde se cocinen estas loables iniciativas!
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