Se llevan a cabo por estos días en la ciudad de Manizales los Juegos Supérate Intercolegiados, que convocan cada año a los escolares de la ciudad a una maravillosa cita con el deporte y todo el encanto que alrededor de él se teje. Desfiles, bandas, barras, gritos, euforias, celebraciones, llantos y risas hacen parte del maravilloso decorado que engalana este certamen que marcará con tinta indeleble la memoria de los chicos que buscan con ansia la medalla del pódium como clara evidencia de este grandioso pasaje de sus vidas. Confieso que es una pieza que reposa en el pabellón de mis frustraciones: nunca la tuve.
En esta ocasión, como en anteriores oportunidades, noto la presencia permanente de un par de profesores de educación física de un colegio público de la ciudad que asumen esta cita con particular compromiso e incondicional entrega. Se los ve dirigiendo todas las disciplinas y acompañan a los chicos en fútbol, baloncesto, voleibol, fútbol-sala, pesas, lucha, atletismo, en fin. Su entrega va más allá de lo disciplinariamente posible y hacen de psicólogos, preparadores físicos, aguateros, quinesiólogos, directores técnicos y hasta se ocupan de los barristas.
Como apasionado por estos temas de la educación y como asiduo doliente de la educación pública, me emociona el trabajo de este par de profes que, sin duda alguna, se han convertido en una llave maestra. Y digo que me emociona por varios motivos: primero, porque son profes de una escuela pública y están haciendo posibles algunas actividades que normalmente no lo son, máxime si se tiene en cuenta que pertenecen a una comunidad con altos niveles de vulnerabilidad; segundo, porque son profes nuevos del recambio generacional que avivan la esperanza y nos alientan a creer que sí hay guardianes en la heredad; tercero, porque ellos han entendido que el deporte bien puede ser el escenario para los talentos que normalmente han sido inquilinos de los últimos apartamentos en el edificio de la academia. Y como si todo esto fuera poco, estos profes han logrado no solo posicionar a su institución educativa en lugares de privilegio en el campo deportivo, sino que además muchos de estos estudiantes egresan con un interés vocacional hacia este campo del conocimiento.
Lo paradójico en esta anécdota que a la vez opaca esta bella lección, pero que si no se contara dejaría de ser real, corre por cuenta de algunos de sus compañeros docentes, quienes en lugar de reconocer el altruismo de su labor, los señalan de “regalados y lambones”. ¡Qué desafortunada y lamentable esa actitud! Pero es totalmente cierta y muy común por demás. Pareciera que entregarse sin límites a los estudiantes, hacer nuestras sus preocupaciones, importarnos de sus potencialidades y cerrar con ellos las puertas del aula para acompañarlos a abrir las puertas del mundo, fuese un despropósito y un atentado contra sus colegas. Particularmente creo que el acto más revolucionario de un maestro es su compromiso indeclinable con la excelencia en sus procesos pedagógicos. ¿Saben por qué? Porque la educación y la formación emancipan al ser humano y le abre caminos de libertad. Creo firmemente en aquellos maestros sindicalistas que así como son los primeros en la fila del reclamo de sus derechos, son los mejores en el aula y los más idóneos en su desempeño.
Desde esta tribuna de opinión, mi reconocimiento y gratitud para los profesores Kevin Rodolfo Leal García y Huber Tulio Aranzales Henao del colegio Bosque del Norte. El video de su testimonio edifica y reconforta. Sus estudiantes ya les han aprobado meritoriamente su ascenso. Espero que el editado quede por lo menos parecido y logre la clasificación.
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