En el artículo anterior, que titulé “Cuándo será el día”, me referí a la afectación de los tiempos de estudio del sector público de Manizales en lo que va corrido de año. Lo hice comparando sus tiempos efectivos de formación pedagógica con los de la educación privada. Continuando con la reflexión, quiero abordar esta misma inquietud en el ámbito nacional, teniendo en cuenta la oportuna investigación que al respecto publicó la Universidad Javeriana recientemente, y que abarca la década comprendida entre 2006 y 2016. En resumen, las cifras más reveladoras del estudio permiten concluir lo siguiente:
Primero: “Medimos todos los paros relacionados con maestros de colegios públicos entre 2000 y 2016. Si se saca un promedio por año, dan 72 días de paro. Esto muestra que la magnitud del problema es importante y que hay una ocurrencia en altos niveles”.
Segundo: En promedio, la educación pública se afecta 72 días por año por motivos de paro, lo que equivale a un 35% del tiempo escolar.
Tercero: “Entre 2000 y 2016 se registró una media de 28 paros por año, tomando como base las cifras del Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep). Los motivos más comunes de las manifestaciones han sido: retenciones salariales, bajos salarios, el servicio de salud, condiciones de las escuelas y violencia”.
Cuarto: “Si bien los paros más conocidos son los de Fecode, también hay paros a nivel de colegios, de municipio o departamento. Bajo estos criterios, (…) a lo largo de estos 17 años se han dado 478 paros y un acumulado de 1.222 días de clases perdidos”.
Quinto: “La exposición a los paros, y su duración, tienen mayor efecto sobre el desempeño de los estudiantes si el paro ocurrió cuando estaban cursando bachillerato. El cese de actividades académicas en fechas más cercanas a la presentación del examen de Estado podría impedir que los estudiantes adquieran las competencias necesarias para obtener un mejor puntaje en el Saber 11”.
Como bien puede deducirse de las cifras de la investigación, la situación en el ámbito nacional es profundamente preocupante, y podríamos acuñar el dicho de la sabiduría popular diciendo: “Si por Manizales llueve, por Colombia no escampa”. Las desafortunadas cifras reveladas por el estudio deben convocarnos a todos a un gran acuerdo nacional en defensa de la escuela. Cerrar las brechas entre la educación pública y privada es un gran propósito que da cuenta del grado de madurez democrática de una nación, de suerte que aspirar a que a la misma escuela asistan el hijo del empresario, pero también el hijo del obrero, debe ser un imperativo de todos. Si queremos un país con equidad, el único camino es educar con equidad.
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