De nuevo los fantasmas de la polémica volvieron a golpear a la puerta del Premio Nobel de Literatura en Estocolmo en vísperas de la entrega del galardón a la escritora polaca Olga Tokarczuk y al austriaco Peter Handke (1942). En la conferencia de prensa previa, los periodistas volvieron a colocar en la palestra el pasado de Handke, quien tomó partido por Serbia en la sangrienta guerra de los balcanes y asistió contrito al funeral de Slobodan Milosevic, el presidente de ese país que fue condenado por un tribunal especial por delitos de guerra, lo que muchos no le perdonan.
El escritor dijo no estar arrepentido por esas opiniones y discutió de manera agria con los periodistas que lo hostigaban con preguntas incómodas. El austriaco, que reside desde hace décadas cerca de París, cobró fama desde muy joven con su libro La angustia del arquero ante el penalty y por su vasta obra narrativa, teatral, poética y ensayística.
Una académica y miembros el Consejo asesor del premio renunciaron hace poco en protesta del otorgamiento del premio a este autor muy conocido y celebrado y quien en varias ocasiones había sido considerado como candidato con pocas probabilidades por sus posiciones y opiniones políticas, lo mismo que ocurrió en su tiempo con el argentino Jorge Luis Borges, quien aceptó una invitación del dictador chileno Augusto Pinochet, razón por la cual al parecer perdió para siempre la posibilidad de ser galardonado.
La polaca Tokarczuk es una popularísma militante anticonservadora y además autora de éxito y mujer, por lo que su premiación es consensual y aceptada sin problemas. Le gusta tener el cabello en forma de rastas y vestirse al estilo de los antiguos hippies. Pero tanto ella como Handke hacen parte de la tradición de autores que opinan y se comprometen políticamente, como ha sido el caso de casi todos los premiados latinoamericanos, Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Miguel Ángel Asturias, Gabriel García Márquez, Octavio Paz y Mario Vargas Llosa, dos de los cuales fueron candidatos a la presidencia y en su totalidad cercanos a partidos políticos y amigos de presidentes, dictadores y gente de dinero y poder.
Grandes autores de todos los tiempos como Voltaire, Chateaubriand, Byron, Víctor Hugo, Goethe, Tolstoi, D'Annunzio y muchos más tuvieron la misma cercanía con los poderes o se convirtieron con el tiempo en influyentes líderes de opinión. Y es probable que en estos tiempos turbios de agitaciones y rebeliones en el mundo los autores se verán obligados a tomar posiciones en la actualidad y en el futuro.
Seguirán existiendo por supuesto una mayoría de autores dedicados a escribir sus obras en soledad y al margen, lejos de los poderes, pero ellos tendrán muchas más dificultades para ser difundidos y lograr premios y reconocimientos, ya que la cercanía del poder propicia muchas veces la cosecha en serie de ese tipo de distinciones como doctorados honoris causa, galardones nacionales y condecoraciones.
Salvo excepciones, la academia Sueca no gusta mucho de autores contemplativos y modestos y prefiere a figuras radiantes que han logrado la fama y el éxito en vida y que a lo largo de sus trayectorias han escalado paso a paso los peldaños que conducen al poder literario. Personajes malditos como Gerard de Nerval, Charles Baudelaire, Arthur Rimbaud, Edgar Allan Poe hubiesen tenido muy pocas probabilidades de obtener el Nobel.
La crisis de la Academia Sueca hace dos años se debió a los abusos sexuales y de diversa índole cometidos por una especie de Rasputín francés que no solo violentó a varias académicas y a sus hijas sino que manipuló a través de su cercanía los resultados del Nobel, beneficiando a autores favoritos o inclusive desatando la polémica al otorgar el premio al cantante estadounidense Bob Dylan, que se mostró él mismo extrañado por el hecho y ni siquiera se presentó en las ceremonias oficiales. El francés filtraba los resultados para beneficiar a los apostadores e influía para que el Nobel se otorgara con frecuencia a novelistas compatriotas suyos publicados en la casa editorial Gallimard.
La academia aplazó el otorgamiento del galardón de 2018 mientras se calmaban las aguas y se reorganizaba la institución, pero de nuevo ha suscitado polémica con la consagración de Peter Handke, quien antes tuvo que renunciar al prestigioso Premio Heinrich Heine por el mismo motivo. La pregunta que se hacen muchos entendidos es si la literatura está más allá del bien y del mal y de las posiciones políticas o humanas de un autor. Se recuerdan los casos de Louis Ferdinand Céline, el autor del Viaje al fondo de la noche que aprobó la ocupación de su país y celebró el exterminio de los judíos a los que denunciaba con odio en las oficinas de la policía secreta alemana en París.
Con él varios autores franceses como Pierre Drieu La Rochelle, Robert Brasillach y otros colaboraron con los ocupantes alemanes y participaron con ellos en fiestas y viajes durante los cuatro años de invasión, pero al terminar la guerra fueron condenados por traidores a la patria y aun hoy sus obras y sus figuras son incómodas y rodeadas de olor a azufre. Lo mismo sucedió con el estadounidense Ezra Pound que fue condenado por lo mismo y murió viejo y casi loco aunque respetado como autor.
Pero Handke de ninguna manera ha llegado a la ignominia de los autores franceses de la ocupación. En el discurso durante el funeral de Milosevic reivindicó la idea de que nadie sabe realmente la verdad y de que los estados como tales no pueden convertirse en justicieros, razón por la cual se ha opuesto a todo tipo de intervenciones militares como ha ocurrido en la ex Yugoslavia, Irak, Afganistán y otros países donde las potencias intervienen para imponer supuestamente la democracia, la paz y la justicia.
Handke no deja de ser el representante de una generación europea atormentada por los fantasmas de las guerras del siglo XX y las incertidumbres mundiales del XXI. Además su obra es experimental y comprometida con el lenguaje. Como novelista, poeta, dramaturgo, ensayista y traductor es un autor polifacético que contribuye a mantener viva la literatura como una opción vigorosa de vida para revelar los arcanos y misterios de la existencia y los fantasmas de la humanidad.
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