El paso por la vida desenvuelve en su recorrido una historia que se hace aburrida, fracasada, apasionante o sublime: cada uno la debe desarrollar de la manera más acertada y alegre posible.
Desde tierra y aire nos llegan hoy dos aportes precisos y preciosos que nos ayudan a vivir de la manera más bella posible la existencia y el paso por esta bella aunque convulsionada tierra.
Hoy celebra el calendario la memoria de San Ignacio de Loyola, aquel hombre que nacido en 1491 y muerto en 1556 vivió una historia de un hombre inquieto por el triunfo, la felicidad y la fama; pasada su adolescencia se inscribe en la milicia y gusta de las marchas marciales y las luchas; un día en una de las contiendas es herido en una de sus piernas y llevado al Hospital para un proceso curativo.
Allí en la cama le esperaba una de esas presencias increíbles de Dios; pidió libros de caballería para leer y aumentar sus ideales guerreros pero por carencia de ellos le pasan dos volúmenes que en un comienzo inicia con desdén pero aumenta su interés: uno, la "vida de Cristo" y el otro "vidas de santos".
Lee y se fascina con un horizonte que le ilumina más que los reinos de doncellas y rangos; termina preguntando: "y lo que estos y estas han hecho en el servicio de Jesucristo construyendo una nueva vida por qué yo no lo puedo hacer"?; de aquel hospital sale un hombre nuevo curado por el Buen samaritano y con un ímpetu nuevo que le impulsa al servicio del Evangelio con la fundación de una fuerza innegable: La Compañía de Jesús, centrar la vida en el conocimiento y alabanza en Jesucristo, creer con la experiencia de los ejercicios espirituales y llevar una vida en santidad amorosa y fuerte.
Desde el aire con su experiencia de contemplación dichosa nos llega otro similar mensaje con el hombre fallecido el 31 de julio de 1944: Antonio de Saint Exuperi, piloto que rompió los aires y vislumbró una verdad: lo más sublime de la vida, lo que define los pasos viene del interior ya que lo esencial se ve con los ojos del corazón. Antes que mantener un atlético cuerpo vale tener un "corazón limpio" como lo anota el evangelio, y el eco de "El Principito".
Buena experiencia de la tierra y del aire brotada no solo de la reflexión sino de la existencia escrita cada día con nubarrones y heridas pero con una mirada a lo profundo y una decisión de vida mejor, más feliz y amplia.
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