Un buen día tuve la ocasión de hablar en la sala de espera de un aeropuerto con un hombre del África que regresaba a su Patria después de pasar algunos años en nuestra América y Europa; iba lleno de conocimientos y desgranaba sus experiencias con cálido lenguaje y expresivos modales.
Le pregunté qué impacto especial se llevaba de nuestra cultura, de nuestro vivir; me contestó concreto y rápido: “La sociedad occidental está llena de personas invisibles”, de personas que no son tenidas en cuenta, que a nadie les importa, que nacen y son tiradas fuera de todo interés, que mueren en soledad y desprecio.
Mire usted, me dijo, la mirada en blanco, perdida, desenfocada, de aquel que empieza a “volar “ por excesos de consumo de drogas psicoadictivas, de licor o locuras de afecto, para él no cuenta más que él mismo sin importar los demás; mire el que vaga sediento de amor verdadero llevando en su espalda la soledad, el desprecio; navega entre preguntas como quién me ama, a quién amo, a quién le intereso, quién me pone interés.
Son los invisibles de hoy, en búsqueda de una identidad perdida y sin encontrar quien les valore, les mire, les tenga en cuenta cuando amanecen con los ojos tristes o mirada radiante sabiendo que el único diálogo serio lo tienen con el espejo que les deja en la misma soledad: son invisibles.
Son eco de la vieja canción: “mírame con amor o con odio pero no me des más indiferencia”. Creo que esta pandemia que nos ha paralizado un poco, que nos ha encerrado, que nos trajo a estar hora tras hora con personas que tal vez eran invisibles para nosotros, nos llama a mirarnos más, a aprender cómo conocernos, comprendernos y amarnos, estar juntos, buscar futuro y tejer las redes de familias más amorosas, felices, tolerantes.
Cada día es invitación a hacer feliz a alguien que vive conmigo, a mirar con más cariño a quien ni he mirado ni apreciado, a valorar las personas que me toleran, corrigen, sirven y acompañan.
No más invisibles porque estamos aprendiendo a estar juntos y ojalá que en la barca de nuestra vida esté como guía Jesús de Nazaret, seguro timonel.
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