Comenzamos el mes de set siembre que no es el séptimo del año sino el noveno; muchos le llaman septiembre negro por los atentados de 1972 a la villa olímpica en Berlín con el saldo de muertos israelíes y de guerrilleros árabes que sembraron el pánico en los Olímpicos de ese año.
En septiembre, comenzando el nuevo milenio, otro atentado que dejó centenas de muertos derribó las torres gemelas de Nueva York dejando en el mundo un semblante de terror, desconcierto e inseguridad.
Pero junto a estos hechos de violencia y sangre el mes de septiembre ha sido dedicado como el “mes del amor y la amistad”, con manifestaciones en todo lado de signos de afecto y simpatía; también es “el mes bíblico” en el cual se invita a profundizar el mensaje de vida y amor que brota de las páginas bíblicas.
Ante hechos tan disímiles y contrarios de muerte, odio y terror junto a los de amor y palabras de luz y vida surge la inquietud sobre cómo mirar los acontecimientos de la existencia; me parece que puede asimilarse a una sinfonía musical que tiene momentos de vibración, serenidad y silencios, pero que en conjunto tejen un sonido variado que siempre termina en aplauso al finalizar la interpretación de los artistas que con instrumentos de bajo sonido y otros de fuerte tonalidad hacen surgir emoción y belleza por la unidad.
Lo anterior de la sinfonía requiere de alguien que reúna y dé sentido a cada partitura, a cada espacio de sonido, al vibrato y al silencio; ese alguien es el director de la orquesta que sabe interpretar el momento y la intensidad de los sonidos para dar sentido de belleza desde el inicio hasta el final del concierto sinfónico.
Hoy ante la diversidad de acontecimientos e interpretaciones de los signos que aparecen en el día a día necesitamos con urgencia un director de la extensa sinfonía que oriente cada sonido, cada acción, que de unidad y esperanza a lo que parece contrario y distante, que propicie y haga posible el diálogo concertado y la aparición en el escenario de la historia.
Ese alguien tiene rostro y nombre, experiencia y valentía, sabiduría y ánimo conciliador; hace falta que Dios revelado en Jesucristo sea de nuevo invitado a dirigir los pasos y manifestaciones de los seres humanos y nos lleve a corregir malos sonidos, acentuar ritmos de perdón, reconciliación y amor hacia la unidad más feliz de todos. Maestro: vuelve a la palestra.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015