Esteban Jaramillo
@estejaramillo
En tiempos del tik- tok, el resonante retorno del tac- tac, versión moderna del toque- toque, que en el pasado tantas alegrías trajo.
A la antigua, con la pelota en los pies, ejecutando los movimientos de manera correcta, en velocidad, como demostración clara de que el talento no es secundario.
Una fiesta, por rendimiento asociado, por brillantez en el juego, asumiendo riesgos, con el control del espacio abierto y reducido. En reemplazo del fútbol que elimina la construcción. Que ataca con el parabrisas empañado. Vacío y confuso.
Esta vez no fue solo un partido. Ni los puntos. Fue la reconciliación con el buen juego. Con goles, asistencias, desbordes, remates y especial puntería. Con chispa en el proceso creativo.
Llegué a pensar en la obsolescencia de mis ideas y la cantaleta de mis deseos. En la necesidad de adaptarme a ese nuevo fútbol, que elimina la estética.
El de pico, pala y rastrillo, musculoso, que cuenta kilómetros, bajo el disfraz del pragmatismo, con el resultado como único objetivo. El que predican quienes atacan los fallos defensivos sin privilegiar el éxtasis del ataque. No estaba equivocado.
Colombia tiene otro fútbol. Y valió la pena verlo, especialmente en el primer tiempo. Con dos laterales ofensivos, Yairo Moreno y Cuadrado, para aclararon el camino, desde la pelota, tocando con maestría, bien asistidos.
Con Borré y Quintero, sus contactos y sus pases exquisitos; con Borja y sus movimientos destructores detrás de los defensas… Y Díaz, incontenible.
Esa es Colombia, capacitada para rivalizar con cualquiera y en cualquier lugar, cuando la osadía reemplaza los miedos.
Por eso los abrazos de gol, como los llamó Johan Cruyff, una leyenda, un histórico, que predicó siempre el buen fútbol como vía innegociable hacia la victoria. Pero difícil será repetirlo. El temor a perder, atenaza. Volveremos a las criticadas formas del fútbol defensivo, especialmente frente a los próximos rivales, Uruguay, Brasil y Ecuador, acostumbrados, como Argentina, a imponerse desde sus habilidades.
Quedó demostrado cuando era menester administrar los desfallecimientos. Cuando la intensidad con la pelota sucumbió ante el cansancio que se robó el encanto.
El toque-toque es un aroma, es un estilo, es nuestro fútbol.
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