Qué fácil resulta hoy lanzar a Bodhert a la jaula de los leones, por los 10 puntos perdidos y la ausencia de triunfos en su estadio. Podrá hablarse de su diseño de juego, de su fútbol repetido, de los cambios tardíos, el manejo de los resultados, o las soluciones equivocadas.
Pero, para ser justos, no es el único culpable.
Al Once Caldas, invicto en casa, que tuvo su espejismo en Pereira donde goleó con naturalidad, le falta sangre fría para dominar la red. Falla en los momentos decisivos y esto arruina los anhelos de triunfo.
Para bien o para mal, el fútbol pasará siempre por los jugadores. Por eso, en el último suspiro, David Gómez salvó el partido, cuando sobre la raya, de su portería, el balón americano amenazaba.
O Carreazo, después de genial jugada, que asoció talento y precisión, con pase gol maravilloso de Londoño, perdió el control de la pelota y malogró la victoria, cuando el partido estaba 1-0. Son hechos aislados, siempre repetidos, que son radiografía.
No fue el peor Once visto hasta ahora en el torneo, a pesar de su empate irrelevante, sus fallas incomprensibles frente a la portería, los sufrimientos ante un equipo rápido en la maniobra como América, o las torpezas defensivas.
El VAR abrió el camino, con el penalti a favor. El autogol malogró la tarde, más que la lluvia, a la que se adaptó fácil el visitante. (¿Hubo falta contra Ortiz?)
Son para el Blanco auspiciosos los resultados de otros partidos, por encima de los suyos. El calendario con sus saldos, juega a favor; el Once, en casa, juega en contra. Bodhert no es mago: él no es el goleador del equipo.
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