La separación de los padres es un suceso que genera en los niños una carga emocional difícil de asumir. Puede sentir que están como en la cuerda floja ya que su mundo como lo tenían concebido hasta ese momento, se les está derrumbando y este cambio de vida, se refleja en sus palabras, pensamientos, sentimientos y comportamientos.
Algunos tienden a aislarse de sus amigos y del resto de su familia, evitan conversar sobre lo que está sucediendo, sienten pena si alguien les pregunta qué les esta pasando, se enferman si hay actividades académicas a las cuales deben asistir los padres, algunos incluso no controlan esfínteres, su sueño se altera, así como los hábitos alimenticios y las rutinas familiares diarias.
Así mismo, pueden presentar síntomas como mareos, dolores musculares, gripas, mal humor, rabia, llanto, culpa, soledad, desconfianza, baja autoestima, bajo rendimiento académico, ansiedad, estrés y un miedo constante a que se presenten nuevas pérdidas, incluso se pueden llegar a sentir culpables por dicha separación.
Es claro que a pesar de que los padres se hayan separado, su relación no termina y generalmente, tampoco finalizan los conflictos; con frecuencia a los hijos se les somete a escuchar las quejas de cada uno y los hacen testigos de sus rabias, agresiones y frustraciones; padres o madres ‘usan’ a los hijos para manipular y forzar respuestas emocionales, económicas, legales o para impedir que la pareja se aparte y hay quienes chantajean con la amenaza de no dejar ver a los hijos.
Muchos progenitores no escatiman esfuerzos para expresar el malestar y la rabia que sienten hacia la expareja, y todo ello lo expresan en voz alta, sin prudencia, ni respeto, mientras que hay otros que lloran, se quejan y muestran las heridas emocionales sin darse el tiempo para pensar en el daño que están ocasionando.
Ahora bien, desafortunadamente son los niños los que mantienen los hilos de cercanía, en oportunidades de manera inadecuada y poco sana, las visitas de los fines de semana, las idas al colegio, las reuniones de padres de familia, las citas médicas, la presión de las familias, cada encuentro puede ser una tortura.
-“Mi mamá dice que debo visitar a la abuela, la mamá de mi papá, pero allí las conversaciones son hablando mal de mi mamá y defendiendo a mi papá por la separación, yo de allí vengo triste y con mucha rabia”.
Es posible que en los primeros meses de la separación no haya cambios significativos en los comportamientos de los niños; no obstante, hay que estar atentos y acompañarles de manera amorosa, respetando sus sentimientos de dolor, frustración y rabia.
Es de suma importancia hablarles y explicarles a los niños acerca de lo que está pasando dentro del hogar, en las relaciones de los padres y sobre las futuras decisiones, sin culpar a nadie, y menos exponer asuntos que son exclusivos de la pareja y no de los hijos.
Por otra parte, es necesario ser prudentes, puesto que es por demás inconcebible, además de perjudicial, que a los pocos días de la separación, ya quieran presentar a una nueva pareja (que en algunos casos, por ese actual romance, se dio dicho rompimiento), e invitar a los hijos a compartir un fin de semana, como si fuera lo más normal.
Lo anterior quiere decir, que así como se habla de duelo por separación en las parejas, este duelo lo viven también los niños, por lo tanto, es fundamental pensar en que el amor a los hijos se demuestra de manera especial en el cuidado y respeto por la salud mental que se asuman en momentos como estos.
Psicóloga
Profesora Universidad de Manizales
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