Una prosa sin efectos especiales, historias llenas de dramatismo, un contexto jurídico siempre y personajes con caracterizaciones muy claras distinguen la narrativa del superventas John Grisham. Los Guardianes no es la excepción.
Cullen Post, un abogado público tuvo una crisis de fe -y de nervios- en su pro- fesión. Entendió que defender culpables no era la suyo. Cuando parecía perder el rumbo de su vida, encontró otro espacio en el cual creía poder servir, se convirtió en sacerdote presbiteriano.
Luego, las circunstancias de la vida lo hicieron retomar el trabajo original, pero solo para ayudar a quienes más lo necesitan, a esas personas a las que la justicia no les dio la oportunidad que merecían y terminaron condenadas a pesar de ser inocentes. Varias de ellas, ya en el pasillo de la muerte, esperando ser ejecutadas por un Estado vengativo. Es el caso de Duke Russell, víctima de una conspiración.
De eso va esta novela que se desen- vuelve como del género negro, pues igual hay misterios que encontrar, personajes corriendo contra el tiempo, contra los pre- juicios y contra el sistema; ah, y prueba perdidas durante años para sepultar la verdad. El asunto es que aquí parece que al menos en el caso principal, los malos son los investigadores policiales.
Los Guardianes es una ONG con pocos dólares que junta a personas que están dispuestas a reparar lo que la justicia ha hecho mal, y busca devolverle algo de majestad a esta rama del poder público clave. Sin embargo, en el camino se van ganando enemigos.
Es interesante ver cómo el sistema judicial durante algunos años se llenó de peritos que se decían expertos en técnicas que hoy métodos como el uso del ADN, han demostrado que varios de aquellos usaron teorías rocambolescas, que les pasaron factura a muchos inocentes.
La novela, nos enteramos al final, está basada en hechos reales. Y parte de una historia que contaron Propública -portal dedicado al periodismo de investigación en los Estados Unidos- y el New York Times, sobre un hombre que fue con- denado y a pesar de demostrarse una y otra vez que es inocente, no hay quien desee reparar el daño.
Este trabajo nos recuerda lo vulnera- ble que resulta el sistema judicial cuando sigue dependiendo de los testimonios como máxima prueba, algo que nos ha demostrado en Colombia, en la vida real, que se trata de una prueba manipulable y que se puede vender al mejor postor.
Los Guardianes han resuelto ya varios casos y saben escoger muy bien los que realmente no tienen sospecha. Las cosas se complican bastante en el camino y el sacerdote-abogado y sus compañeros cuentan con la determinación para que las cosas no se queden impunes, para que estos inocentes puedan volver a tener una vida, para que la justicia se ex- cuse y aprenda de sus errores, algo que en nuestro país todavía no se logra del todo. Tampoco en Estados Unidos, como lo deja ver esta entretenida novela.
En frases
- Nosotros, los buenos de la película, a menudo nos encontramos con que ensuciarnos las manos es la única forma de salvar a nuestros clientes.
- Estaría frío en su tumba de no ser por nosotros, por nuestra labor y nuestro compromiso de enmendar condenas erróneas.
- Cuando un fiscal se siente atrapado y herido de muerte suele volverse muy creativo a la hora de inventar nuevas teorías de culpabilidad.
- Hace años aprendí a esperar siempre lo peor. Y a no esperar jamás que la justicia sea rápida.
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