En tiempos de tormenta, la poesía siempre resulta ser un buen refugio. Si además se trata de la obra de personajes que han hecho de la vida verso, sí que resulta pertinente perdernos en sus metáforas, en sus interpretaciones, en sus sensibilidades, en sus descripciones.
Se acaban de publicar dos antologías en las que vale la pena adentrarse, pues recogen buena parte de la obra escrita por dos poetas reconocidos de toda la vida: el colombiano Juan Manuel Roca y el uruguayo Mario Benedetti, este último fallecido hace apenas un par de años.
La del colombiano es una selección personal, escogida por él y por eso encontramos una amplia variedad, que supo distribuir el antologista en títulos que se desprenden de una preposición, así: Del cuerpo, De la palabra, De las ciudades, De la pintura, De las estatuas, De nadie, De la música, Del cine, De Acracia, De los monólogos. Se trata de 129 poemas, que se diferencian en extensiones, temas, estilos y épocas. No hay prólogo ni explicaciones, al grano, al poema.
De ahí que haya versos para todos los gustos, así el inspirado sea solo uno. No es fácil encontrar un estilo y hacerse un nombre en el difícil olimpo poético, pero Roca demostró hace rato que poeta es lo que es y lo define:
Qué clase de poeta soy,
un pobre centinela del lenguaje,
un lento estafeta que no llega,
un soldado oculto en un caballo de madera
que se queda dormido.
Invito siempre a leer los poemas antes del sueño, porque nos permiten adentrarnos en oníricos pensamientos, mientras las almohadas cumplen con lo suyo. La antología sobre Benedetti es escogida por quien lo ha cantado, a él y a otros versificadores, Joan Manuel Serrat.
Por eso, trae una antología que nos recuerda el peregrinar del uruguayo, que debió dejar su tierra, partir como tantos otros debieron hacerlo por la represión militar. El lío para el poeta, es que terminó por siempre siendo un exiliado, porque aun al regresar a su país, tampoco allí pudo sentirse del todo cómodo.
Esta selección que hace el cantante catalán nos pasea por todas las épocas del vate del sur, tal vez el más cantado, nos recuerda. Distribuyó su antología, que llama A mi gusto, en orden cronológico: La nostalgia provoca exilio (poemas que van de 1948 a 1973), El exilio provoca nostalgia (1973-1984) y El desexilio (1986-2008). Son poco menos de 150 poemas. No es fácil escoger de obra tan frondosa, lo que le valió muchas críticas a Benedetti. Sin embargo, sus buenos son tan buenos, que hay cabida para esta selección y muchos versos más:
sus mejores hallazgos son harto discutibles estudios inclementes revelan sus andamios los analistas buscan variantes | los poetas suelen dejar algunas para animar el corro
Es muy acertado esto que plantea Serrat: «No toda la poesía vale para ser cantada ni todos los poetas sirven para escribir canciones, de la misma manera que detrás de un buen autor de canciones no hay necesariamente un buen poeta». Tiene toda la razón, él es una autoridad en esto de musicalizar poemas y poetizar músicas.
Para estos tiempos turbulentos, leamos poesía. Aquí un par que escojo a propósito de lo que vivimos. Declamemos y #HablemosDe Libros
La guerra de la amnesia (Corresponsal en Sonambulia)
En medio de la batalla
pregunté dónde diablos
quedaba la patria abstraída,
disputada por centurias
desde la fundación de la guerra.
Por la feroz disputa
pensé que la patria debería ser bella,
de mirada solar y tibios senos
palpitando en la penumbra.
la verdad, la pura verdad,
nunca llegué a ver la patria,
como los soldados a Helena.
ni la vemos ni nos ve
y hay quien afirma que es sorda
y tiene la visión amortajada.
Donde llegamos
la patria aterrada y escurridiza
huye de nosotros. Quizá esté
enamorada de la lejanía.
Un soldado moribundo
me dijo que ya deje de buscarla,
que más implacable que la muerte
es el olvido.
A pesar de haber sido
corresponsal en otras guerras
no he visto contienda más feroz
a causa de una palabra.
Cuando un hombre
opulento la pronuncia
con mirada ausente y aire marcial,
ya no importan
las ciudades destruidas
ni las montañas de huesos:
nada vale tanto
como ese sagrado respeto.
A lo mejor, el periódico
que me emplea
para cubrir estas miserias
ya haya sido borrado del mapa.
Anoche quise escribir la historia
de un ángel tiznado al carbón
que cayó aleteando como
un cuervo mal herido
en medio de un bosque,
pero la cosa no está
para narrar tales prodigios.
Recordé las palabras
de un viejo aguafiestas:
«Las guerras
son las únicas diversiones
de los reyes en las que pueden
participar los pueblos».
Me apresuré a escribirlo
antes que esas palabras
fueran tocadas
por las manos del olvido.
He llegado a pensar
que si dos abanderados
se encuentran frente a frente
y se miran a los ojos
reconocerán
que pertenecen al mismo bando,
que las dos banderas en pugna
tienen algo de mortajas.
Si lo pensamos mejor
quizás descubramos
que nuestra patria común
es el miedo,
un lugar donde siempre
ondea la bandera del olvido.
Juan Manuel Roca
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