Todos dicen no querer guerras, pero conservan sus armas de espanto para prevenirlas, que es lo mismo que decir que las conservan para reservarse el derecho de contraatacar o de usarlas en caso necesario. Y ese argumento nos llevará a la primera guerra nuclear.
Es difícil leer a Ken Follet sobre el desarrollo ficticio de este conflicto y no pensar en lo que sucede hoy en Ucrania por cuenta del autócrata ruso Vladimir Putin, quien amenaza al mundo. Muchos líderes tratan de contenerse, pero también sabemos todos que un paso en falso, una orden mal entendida, una intervención de otra potencia y todo puede salirse de madre.
Ken Follet dice que escribió esta novela por la idea aquella de que nadie quería la Primera Guerra Mundial y, sin embargo, “uno por uno, los emperadores y primeros ministros tomaron decisiones -decisiones lógicas y moderadas- que nos acercaron un pasito más al conflicto más terrible que el mundo ha conocido". Él parece creer que la Gran Guerra fue resultado de un trágico accidente. Un siglo después muchos siguen intentando explicar por qué el asesinato de un archiduque terminó desatando la más cruenta de las guerras hasta entonces conocida.
Hace poco, cuando hablaba del libro Desastre, destacaba cómo en este se muestra que grandes tragedias de la humanidad, como varias guerras, obedecen a errores de cálculo de los expertos o mandos medios. Se podría decir que Nunca, está escrita más o menos con esta trama.
La más reciente novela de Follet se cumple en nuestra época, cuando las potencias están cargadas de arsenal nuclear, usan a otros países para que sirvan como contenedores de otros e incluso apoyan a regímenes con los que no andan muy de acuerdo, porque entienden que son males necesarios para preservar la paz en una región determinada.
En medio de esta historia que escala a partir de nimios combates locales en el norte de África hasta comprometer en los resultados la más fiera de las batallas en Asia y luego transoceánica. China y Estados Unidos, enfrascados en venganzas, pero todos sabemos que la venganza de hoy solo es la punta de lanza para la venganza de mañana.
Las historias de los seres humanos y sus conflictos, sus pequeñeces y gestos heroicos sirven de impulso a esta novela que hace temer que estamos jugando con fuego y poco hacemos como especie humana para resolverlo. Es una parábola del mundo de miedo que hemos creado y de cómo hay decisiones que se tienen que tomar contra la conciencia misma del líder que las decide. Todos van tomando decisiones aparentemente razonadas y razonables, pero al final una acción producirá una reacción, que como se pintan las cosas seguramente terminarán en cadena.
Al tiempo, nos da cuenta de las reflexiones sobre cómo los agitadores profesionales buscan hacerse con el poder, con el discurso de que son fuertes y no temen disparar las armas que tienen contra el enemigo de turno que modelan, también sobre cómo las guerras cibernéticas son el preludio de las batallas reales.
Mientras algunos luchan por hacer del mundo un lugar más seguro, con pequeñas acciones que transforman unas cuantas vidas, el juego duro se debate en las más altas esferas y, a pesar de los esfuerzos, allí se toman las decisiones que terminan por resolver el futuro de la humanidad. Pueden estar decidiendo la extinción de la especie humana, pero deben sacar tiempo para lidiar con sus emociones y sentimientos, con sus pequeños dramas familiares.
Cada personaje cobra relevancia cuando el nudo se desata y con este la incertidumbre. Hacemos fuerza para que triunfen la sensatez y la esperanza, pero sabemos que siempre la realidad está allí para darte de narices.
El libro puede espantar a muchos lectores. No cualquier se le mide a 835 páginas, equivalentes a tres o cuatro novelas cortas. Sin embargo, no lo engaño si le digo con toda confianza: léanlo, reflexionemos sobre los autócratas que buscan incendiar el mundo y pensemos cuál es el sistema que queremos dejarles a los que vienen detrás, uno lleno de más democracia y de razón, o uno lleno de dictadorzuelos dispuestos a demostrar que son tan poderosos que pueden terminar con el mundo tal como lo conocemos hoy. Léanlo y #HablemosDeLibros antes de que los macarras de la moral nos priven de este placer.
Subrayados
* Los conservadores inteligentes saben que uno no puede detener los cambios, aunque sí puede ralentizarlos.
* “A veces la política internacional es como una vendetta siciliana" (...), La gente se vengaba por lo que le habían hecho, mientras que sus rivales seguramente se vengarían de esa venganza.
* Un necio solo era un necio, pero un necio en la Casa Blanca, era la persona más peligrosa del mundo.
* El problema de ser un tirano es que tu posición es muy inestable. No puedes aflojar el puño ni un instante. En cuanto muestras debilidad, el olor a sangre invade el aire y atrae a los chacales.
* La norma básica de las relaciones internacionales es que los gobiernos cumplen con las obligaciones que constan en los tratados solo cuando les conviene.
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