Me gusta pensar que en Sidi el escritor Arturo Pérez-Reverte sacó a relucir todo lo que vio como periodista de guerra durante casi 20 años. Aunque en esta oportunidad trata de unas guerras del siglo XI es también una historia de cómo, por qué y quiénes hacen la guerra.
Sidi es, en una interpretación muy libre mía, una precuela de El cantar del mio Cid, una historia de cuando aún se estaba forjando la leyenda que terminó por abrirse espacio en la literatura y que es la mayor representación de las novelas de caballería. El asunto es que como al estilo de La guerra de las galaxias, el principio llega después, eso sí con una diferencia de ocho siglos, más o menos, de cuando se cree se escribió la primera versión.
La novela desarrolla el primer cantar, cuando el aun joven Ruy Díaz de Vivar ha sido desterrado por el rey Alfonso VI y, a pesar de eso, sigue haciendo la labor de cuidar de los bienes y el buen nombre del desterrador. Una forma de hacer puntos para su retorno. Mientras tanto debe hacerse la vida, igual que conseguir el pan para los suyos, hombres duros, curtidos en las armas.
Es ese Cid joven que labra su leyenda, que se rodea de su séquito del Vivar y al que siguen decenas de hombres que quieren ser bien mandados en la guerra, del que escribe Pérez-Reverte, y como acostumbra, lo hace con lujo de detalles.
Es un gusto leer su prosa, ya lo he escrito en otras ocasiones, y en esta oportunidad ver cómo hay, en la medida en la que se avanza en las páginas, lecciones sobre cómo actúa un líder para ganarse la confianza, aun logra el respeto en las decisiones más difíciles que debe tomar. Un hombre que sabe tratar muy bien a reyes y a soldados y por eso logra fidelidades que lo premian en el camino.
Se trata también de entender esa Europa que se mezcla y que se forja en las fronteras, en donde la guerra es la vida misma, cuando no existían naciones, sino reyes de feudos y quienes debían vivir a fuer de sus ejércitos. Eran tiempos en el que había honor en la guerra y a pesar de los saqueos, de los cortes de cabezas, de las violaciones, también había algunas normas que los usos habían extendido. Una vida muy difícil, y al tiempo gratificante.
Ese Cid, hasta entonces Sidi, como le decían primero sus rivales musulmanes y luego sus hombres, era también un ser humano forjado en las fronteras y entendía los usos de los moros tanto como de los cristianos. De esa manera supo también ganarse la confianza de unos y otros, hasta de los enemigos, que buscaban verlo en acción.
Al final me queda la idea de que habrá otros sidis, tal vez haya novelas con los otros dos cantos o tal vez más, este Cid o Sidi, escrito por Pérez-Reverte, daría gusto verlo en el desarrollo total de su vida y en cómo triunfa hasta casar a sus hijas con reyes, mientras se vuelve un señor de Valencia. Tal vez sea una nueva saga al estilo del capitán Alatriste y sus aventuras. Ya lo veremos, mientras tanto, invitados a degustar este texto para que #HablemosDeLibros.
En frases
* Huir solo sirve para morir cansado y sin honra.
* Las palabras que se decían bajo techo y entre tapices no eran las que debían usarse espada al cinto y con el viento de la guerra en los dientes.
* Ser jefe consistía en eso: la capacidad de hacer planes y de convencer a otros para que los ejecutaran, aunque eso los llevase a la muerte.
* El truco en el oficio de las armas es aceptar que ya estás muerto.
* La guerra era el país de los hombres solos.
* En el oficio de las armas, y por si acaso, la duda debe tratarse como si fuera certeza.
* Eres uno de esos raros hombres fieles, no a una persona, sino a una idea.
* Hay hombre cuya lealtad hacia ellos mismos, a lo que son o creen ser, los hace peligrosos...
* Los hombres no son ideas; si los pierdes tal vez no tengas más.
* Nada se parecía tanto a una derrota, pensó Ruy Díaz, como una victoria.
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