Una pareja de extraños. Extraños en donde se encuentran, en el mundo académico de los Estados Unidos; extraños en sus territorios de origen, en donde ya no queda prácticamente nada que los ate; extraños ante el comportamiento que empiezan a tener, que parece el comportamiento de otros; y, como toda relación que se desbarranca al abismo, extraños entre los dos.
Un par de inmigrantes que hacen vida en ese país. Ella, medianamente reconocida en su mundillo académico de imposturas intelectuales; él, un profesor de colegio, medianamente competente. Dos hijos. Una empleada. Unos vecinos a los que se menosprecia. Unos desfogues que empiezan como un momento de relajación, pero que llegan a desatar los nudos apretados durante años.
Margarita García Robayo vuelve a enfrentarnos con temas de los que muchas veces parece mejor no hablar, en Tiempo muerto. Que las buenas personas toman decisiones malas, que la vida en pareja a veces es solo sostener una rutina, que a veces nos cansamos de ser tan acordes al molde, y hasta de ser madres.
El problema es que no nos damos cuenta que ya no se pueden desandar los pasos caminados, tampoco se puede avanzar a paso firme, cuando nos damos cuenta de la mentira en la que vivimos. Una separación, un intento de vida nueva, unos hechos que nos recuerdan que no estamos solos, sino que ya dejamos huella, creamos lazos que nos atan a otros, que nos hacen pensar más allá de lo que podríamos hacer si solo fuéramos nosotros.
Esta novela, en esa prosa moderna de esta autora, de la que hablé aquí hace unos meses sobre Hasta que pase un huracán, ratifica el buen momento por el que pasa, no solo ella, sino la novelística colombiana. Se trata de un texto trabajado, pulido, que desarrolla el carácter de los personajes como solo lo puede hacer quien es consciente de la importancia de que así sea, cuando se quiere construir un texto que sorprenda.
Durante la lectura aparecen sorpresas que te hacen cambiar el rumbo, te despistan las señales que crees haber identificado inicialmente y es parte de la experticia de la novelista para mantener la atención en lo escrito.
Una novela que habla de la vida, y de la vida en función del otro, de los errores que cometemos y que nos pasan cuenta de cobro como el peso de un yunque, de cómo podemos dejar de ser lo que tanto nos creemos, para ser lo que pudimos ser, pero todo tiene consecuencias. Nada queda indemne. ¿Le ha pasado?
En frases
* El silencio servía para construir humillación.
* No puedes tener opiniones tan tajantes sobre todas las cosas, le dijo por esos días una vieja colega.
* La ciencia no necesita respuestas inmediatas, le basta con acumular información que, algún día, le dará sustento a una teoría.
* Un día te vas a dar cuenta de que un hombre sin raíces es un hombre muerto.
* Hay cosas que elijo bien: las carteras, los duraznos; y otras que elijo mal: los maridos.
* En el Caribe, si querías distinguirte, tenías que aprender a hablar. Y eso significaba criar una retórica rimbombante y acartonada.
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