“No hay nada más difícil para una persona de escasos recursos que estar sin un plan sábado y domingo. No hay dónde ir. Muchos de nosotros tenemos la posibilidad de ir a nuestros clubes”. Nohra Puyana de Pastrana
cuando uno lee una frase como esa, salida de la que un día fuera primera dama, que se supone culta, bien estructurada y conocedora del país, siente una mezcla de sentimientos encontrados. Por un lado, las ganas de reír ante semejante estupidez, dejada para siempre en los anaqueles de la memoria de lo que está escrito e impreso. Por el otro, una sensación de indignación, dolor y rabia. Si esa frase duele tanto o más que si a alguien le pegaran una patada en las pastranas. Sí, de verdad duele como #UnaPatadaEnLasPastranas.
Parece una frase salida de alguien con bajísimo bagaje intelectual, pero no es solo eso. Representa la declaración pública de un pensamiento deplorable, si eso llega a la categoría de pensamiento; deplorable pero real, en nuestras autodenominadas “altas” clases sociales, tan poco dadas a estudiar, a formarse, a cultivarse, a tener criterios que superen los de las diferencias de clase, de oportunidades, de fortuna.
Una demostración de lo que representa para esa burguesía tercermundista (que es burguesía, pero no es aristocracia), el drama social de las bien marcadas, pero sobre todo, de las bien sentidas diferencias de clase, una verdadera vulgaridad intelectual en quienes se supone tuvieron mejores oportunidades para educarse, como dueños de un poder que se tomaron para sí, pertenecientes a esas autoproclamadas clases sociales de estrato 7 plus.
Y son autoproclamadas, porque la verdad sea dicha, ni los Puyana, ni los Pastrana, son descendientes de nobles que vinieron a este continente para expandir su poder y su riqueza. Son como la gran parte de los que vinieron en la colonia y después de ella, descendientes de “presos españoles o de piratas refugiados”. Eso sin dejar de reconocer que los cambios que vive el mundo, han hecho que los movimientos migratorios, sobre todo después de la caída de Hitler y el nazismo, hayan desplazado mucha gente de distintos estratos sociales en sus países de origen, cuando sometidas a los yugos de dictaduras genocidas o gestas nacionalistas de extrema derecha o extrema izquierda.
Que Betty la fea fue una telenovela exitosa, del fallecido Fernando Gaitán, con transmisión en más de 180 canales, traducida a varios idiomas y reproducida con actores diferentes en otras partes, habla bien de una comedia llena de picaresca y no exenta de un mensaje inconsciente de las trampas que se hacen en nuestra sociedad. Pero eso era un telenovela, una representación actoral.
Que Nohra Puyana nos deje ese mensaje no es un acto de novela, aunque podría ser el más ridículo e inculto que se podría presentar; es la representación exacta del desprecio que sienten las “élites” por la gente del común, la que trabaja de verdad, de sol a sol, para ganarse el sustento, sin salir de la legalidad.
Esa es una realidad que vivimos en Colombia, de la que no parece queramos darnos cuenta. La estupidez elevada a la categoría de carta de presentación de los más “granado y selecto” de nuestra desvencijada sociedad. Bueno. No se podía esperar nada mejor. Hay que tener en cuenta que su esposo Andrés, no ha sido exactamente un adalid de la cultura. Baste recordar que su única producción literaria, eso contando con que la escribiera él, que no la mandó a escribir, fue el prólogo al libro del actor Fernando Allende, una verdadera obra maestra de las palabras necias, para alabar a un personaje de farándula, por el que se demuestra idolatría.
Colombia vive una situación que no tiene algo de cómico, pero que tiene mucho de trágico, es la reedición de una novela llena de terror, dolor y sangre. De colombianos secuestrados, asesinados, vilmente violados. Una Colombia manoseada por los “dueños del poder” sin el menor escrúpulo. En esta Colombia desangrada, que vuelve a la violencia indiscriminada, que no respeta convenios, que trafica con influencias y hace que los delincuentes de cuello blanco cuando las pagan, paguen penas mínimas, sin restituir lo que se robaron. Esta Colombia es la descrita por Nohra Puyana: una patria para gente que puede pasar los fines de semana, haciendo nada “en nuestros clubes”.
“Nadie está libre de decir estupideces, lo malo es decirlas con énfasis”. Michel de Montaigne
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