La ola invernal ha pasado su cuenta de cobro por todos los rincones de Colombia. Todos los días nos informan sobre los efectos devastadores que produce en el mundo entero. Colombia en general y Caldas en particular no son una excepción. Toda la región ha sufrido con diferente magnitud las consecuencias de los deslizamientos, inundaciones, movimientos de tierras, ríos desbordados.
Agreguemos la acción devastadora de mares embrabecidos y de vientos huracanados imposibles de controlar, pero previsibles en su magnitud y en el daño que producen cuando pasan sobre nosotros, esos que no evitamos porque somos expertos en soluciones de resultados, en improvisaciones que parecen ser efectivas, pero no nos preocupamos por conocer las causas y cómo se trabaja con ellas en prevencion, desde la ciencia y no desde la simple visión miope de arreglar lo dañado, sin hacer algo importante para prevenir el daño.
No sirven para estas situaciones los viajes de un intermediario que aprendiz, funge como presidente, recorriendo una zona mientras lo graban, cargando una caja para aparentar que ayuda, cuando la verdad, solo ha improvisado basado en un conocimento nulo de los problemas y sus causas.
La erosión que vemos agigantase a diario no se combate con cemento. Los deslizamientos no se evitan con inmensas lápidas de asbesto, aunque parezca a primera vista que es así como debe hacerse. Es con fundamentos científicos, con ciencias especializadas en el manejo del medio ambiente y con sus expertos, como podremos mitigar los cambios inevitables de una naturaleza que no ha sido respetada, que a los que creen que pueden dominarla, les ha dado una verdadera paliza, que lamentablemente produce sus más dañinos efectos en las poblaciones más vulnerables.
No tenemos dirigentes políticos que dominen el cuidado del medio ambiente y la prevención de desastres. Tenemos burócratas que hacen espectaculares presentaciones de soluciones que parecen mágicas, cuando no pasan de ser paños de agua tibia dobre una tierra enferma por la estupidez del género humano y sus intereses particulares, que priman sobre los colectivos, esos por los que no están preocupados en épocas distintas a las de atraparles el voto para que los elijan y les den asiento en puestos que la mayoría de las veces no merecen.
Muchos no los merecen por deshonestos, otros por inescrupulosos, no pocos por ladrones, otro tanto por vivos y avispados; esos defectos del comportamiento humano que en este país convertido en lodazal, son vistos como virtudes de los vivarachos que nos gobiernan y sus aúlicos de oficio, que se comportan como mascotas domadas, porque saben que obtendrán ganancias inmerecidas. Eso sin contar con una clase dirigente en lo privado, que tiene pocos escrúpulos y cuya prioridad es la utilidad, no el bien común, enriqueciéndose a costillas de la pobreza de millones, a los que mantienen como esclavos generadores de los bienes con los que atesoransin medida los primeros.
La pandemia ha sido un llamado de atención, que si no es entendido producirá efectos mucho más catastróficos de los que hemos visto hasta ahora. Nos preparamos para otro resultado de un “crímen” ambiental que dejará estelas de muerte y destrucción, con muy pocos beneficios, en un mundo que ya no necesita represas, ni dañar la geografia y el medio ambiente de forma irrecuperable para generar energía.
No podemos seguir asistiendo al espectáculo circense de nuestros dirigentes, poco preocupados por hacer cumplir la encomienda que les entregaron los votantes, que no es otra que la del bienestar general por encima de los intéreses particulares y de grupos políticos y religiosos que han convertido sus acciones en una estafa diaria, con la que engañan incautos y se hacen a fortunas desproporcionadas, no entendibles con los salarios que reciben: esa que es solo explicable por la metida de manos en la contratación o en la ejecución de obras que cuestan varias veces su valor real, aumentado para pagar los porcentajes exigidos por los que se encargan de entregarlas para su ejecución.
Ya veremos con conocedores del tema y expertos cómo estamos equivocados en el manejo de las obras públicas, cuando dejadas en manos de personas que carecen por completo de una formación académica, que les dé peso o sustente con buenos cimientos el caudal arrasador y depredador de sus acciones.
Como bien lo dice un experto: “Cuantas tragedias y deslizamientos anunciados se podrían prevenir solo utilizando la sensatez: Locombia”
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