“Si entran dineros oscuros a una campaña política, sanción no debe ser solo para un gerente, el candidato debe responder con cárcel”. Trino de Iván Duque el 14 de septiembre de 2017.
La “ñaña” es una forma común utilizada en Colombia para definir amigos entrañables. Adjetivo que significa en lenguaje popular, amigo cercano. Alguien entrañable con el cual se tienen muchos intereses en común y se comparten muchas situaciones de la vida cotidiana.
Ya sabemos que el Ñeñe, José Guillermo Hernández, era un reconocido narcotraficante de la Costa, esposo de María Mónica Urbina, viuda ahora de dos capos del narcotráfico, con la que se reunían las personas más “importantes” de este platanal, en el que la dignidad es una bagatela, y el honor se puede burlar fácilmente. Era un hombre cercano a muchos políticos, desde los de la Costa, hasta excandidatos presidenciales, pasando por expresidentes y presidentes de la República; esos que ahora, conocidas las grabaciones, los documentos y las acciones que ejecutaba, que dejan al desnudo la calidad del personaje, lo niegan sin asomo de vergüenza.
Ellos ahora hablan con aparente indignación, vociferan que lo conocían como se conoce a cualquier ciudadano en una manifestación política; juran con inocencia perversa e infantil que al “señor Hernández” lo conocían, como conocían a las personas que asistían a sus manifestaciones, sin que eso implicara que tenían algún tipo de relación cercana. Solo que eso lo dicen con palabras, que se sabe no son ciertas, por la exacta manifestación contraria del lenguaje no verbal, que con sus gestos dice que están mintiendo.
Las grabaciones que aparecen del personaje son bastante comprometedoras. Demuestran el nivel de degradación de la clase política. Ya Iván Duque dijo que lo conocía desde hace muchos años. Se sabe que se conocían desde 1995. Ahora lo niegan, no tienen la menor idea de qué papel jugó en sus campañas. En definitiva, dicen que no eran amigos.
Mentirosos cínicos. Eso no es de extrañar en Álvaro Uribe, alguien para quien los hechos del día a día demuestran que nada le importa, nada lo toca, nada lo conmueve, con el efecto teflón de una popularidad que va en descenso vertiginoso, a medida que se van conociendo más episodios de su vida pública, que la privada, si es peor, no es de nuestra incumbencia.
Y dijo Iván Duque en declaraciones a Semana: “…aseguró que sí conoció al ganadero Hernández, asesinado en mayo de 2019, pero resaltó que nunca incurrió en un acto ilícito. De igual manera señaló que las fotos que tomó con él fueron públicas y tomadas en espacios públicos…”. Las redes sociales lo desmienten y muestran fotos más comprometedoras, ante las cuales la disculpa pasa el límite de la ingenuidad, para llegar al de la estulticia.
Que José Guillermo Hernández fuera el “Ñoño”, no justifica las manifestaciones que se han hecho virales, en las que comparte más allá de los “simples encontronazos” en giras políticas, actividades que solo se tienen con los que hubieran sido verdaderas “ñañas” del fallecido traficante escondido en la ganadería, detrás de la cual muchos delincuentes esconden sus fortunas, conseguidas con el tráfico de drogas, enriqueciéndose sin límites.
En este país en el que la delincuencia de los sepulcros blanqueados no es una prioridad para las autoridades encargadas de investigarlos, se logra desviar la atención con los pecados ajenos, verdaderas nimiedades al lado de la real dimensión de los desafueros de los que ostentan el poder político y económico en Colombia.
Se quieren hacer los pendejos, pero es imposible. Álvaro Uribe escribió un trino en su cuenta en Twitter el 2 de mayo de 2019: “Causa mucho dolor el asesinato de José Guillermo Hernández, finquero del Cesar, asesinado en un atraco en el Brasil donde asistía a una feria ganadera”.
Lo expresó bien la periodista-periodista: Vicky Dávila en su columna de Semana No nieguen al Ñeñe: “Me atrevo a decir que a Duque lo persiguen la desgracia y el fracaso, como si tuviera un sino trágico en su desempeño presidencial. Otros simplemente lo ven como un mal presidente y ya”.
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