Por definición, “la santidad es la cualidad que adjetiva a la persona que es santa. Puede hacer referencia al individuo bondadoso que no tiene culpa alguna. En el ámbito religioso, un santo es un sujeto que desarrolló un vínculo especial con un ser divino o que sobresale por su ética y sus valores morales”.
“En este pueblo santo en marcha hacia el cielo, vivimos juntos, nos apoyamos, realizamos una experiencia de fraternidad, avanzamos en una caravana solidaria, una santa peregrinación (cf. Evangelii gaudium, 87). Es una tradición viva que abarca todos los innumerables “testigos” que nos han precedido y todos los cristianos que vendrán”.
La santidad es vocación-misión en Cristo. Esta “santidad pequeña”, como ha señalado Francisco con referencia a Santa Teresita de Lisieux, se inscribe en el gran camino y la gran misión de los santos. Y a la vez es un camino propio y personal. “Cada santo es una misión” (GE 19). “Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo” (Evangelii gaudium, 273). “Cada uno está llamado a dar, a Dios y a los demás lo mejor de sí (GE, 11), al mismo tiempo que participa en la misión de la Iglesia”.
“Ahora bien, todo esto resultaría utópico e irreal si no fuera porque la santidad es una vocación y misión en Cristo. Esto significa que estamos llamados a amar unidos a Cristo, compartiendo su propia vida (¡no otra cosa es la Iglesia!), amar con su mismo amor: Amar con el amor incondicional del Señor, porque el Resucitado comparte su vida poderosa con nuestras frágiles vidas” (GE 18).
La hermana Margarita Sierra cumplió 102 años el viernes 22 de noviembre de este año. Estuvimos acompañándola algunos de los que la tenemos como un punto de referencia a imitar en nuestro cotidiano, desde nuestra condición de simples mortales, con muchos menos méritos que ella, a los que con su bondad, su consejo amable, su solidaridad sin tacha, su oportuna ayuda, sentimos consuelo en muchos momentos de desesperación o angustia. Ella siempre estaba allí, para prodigarnos el don especial de su capacidad infinita para oír con paciencia, aconsejar con sabiduría y orar por nosotros con toda la convicción de que al hacerlo, traería paz y tranquilidad a nuestros corazones afligidos y a nuestras vidas desconsoladas.
Ella pertenece a la comunidad de las Hermanas de la Presentación; vive hoy en un recinto especial que comparte con otras hermanas ya mayores, buenas como ella, dedicadas a la oración y a la adoración de ese Dios en el que creen de verdad, sin medias tintas, con dedicación absoluta e incondicionalidad a toda prueba. La hermana Margarita, ha tenido la paciencia de dejar escurrir muchas lágrimas para después, bondadosa, secarlas con toda la inocencia de su corazón puro y sin mácula.
Somos muchos los que debemos buena parte de nuestra paz interior a su consejo amable, su mano caritativa, su claridad mental, su dedicación sin tregua en auxilio de los otros, que la buscan en los momentos de desesperanza y tribulación. Yo la conozco hace muchos años. Desde entonces ella ha sido para mí la fuente inspiradora que me ha llevado a reconocer errores, perdonar ofensas, olvidar agravios, soportar penas, y gozar de la dicha de sentirme en paz interior. A su mano generosa y sanadora muchos debemos alivio en momentos en los que estábamos a punto de claudicar y tirarlo todo al vacío, sin que encontráramos aparente remedio a nuestra desesperanza. Pero con solo verla, con oírla, con recibir su solidaridad transparente y limpia, sus amorosas palabras, sentíamos una sensación de tranquilidad interior que obraba instantáneamente en nuestros corazones dolidos y en nuestras almas afligidas.
Yo la he amado con toda mi alma. La tengo en lo más profundo de mi ser, como la persona que me alivió muchos dolores y me dio fortaleza en momentos de profunda debilidad. La hermanan Margarita es una santa en vida. Un día, y lejano no esté, la Iglesia le reconocerá sus dones y le dará el honor que merece, el que, por supuesto, ella en su absoluta humildad no está interesada.
Yo le agradezco a la vida y al Dios en el que creo, la oportunidad que me dio para cruzarme en el camino con ella.
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