Vamos a la deriva. Las aguas están agitadas. Los vientos cruzados se encuentran y son arrasadores. Dicen que seguimos un rumbo, pero solo vemos rumbos cruzados. Los que están en el poder hacen y deshacen a su antojo, como hacen los gamonales de fincas. El resto no importa. Estamos navegando a la deriva, no hay asomos de un capitán de barco con capacidad de tomar decisiones independientes. Actúa como un simple y muy deficiente encargado de hacer mandados. La promocionada fruta se va comenzando a podrir. El olor lo indica, también el mal sabor que tienen sus cascos secos. Lo llaman “democracia”, pero la realidad es la de una “naranja” insípida, mal cuidada y peor preservada.
¿Cuál es la razón de un Estado, en el que pocos determinarán el presente y el futuro de muchos? ¿Cuál es el futuro nada halagador que nos espera, con los “exprimidores” que nos gobiernan? Los escándalos grandes, los importantes, se tapan con basura política. Los recursos del Estado se obtienen de los que trabajan, porque perseguir a los que defraudan en billones la nación no es importante, simplemente no tienen problema. Un escándalo agrandado, conformado de nimiedades, le sirve al actual gobierno para tapar los verdaderos problemas que derrumban nuestra institucionalidad, nuestros restos de nación. Estamos al borde de una “dictadura civil”, hipócrita y sofisticadamente disimulada en programas, frases y propagandas, que presentan la realidad como no es. Una representación ordinaria y grosera que pisotea sin pudor la verdadera vocación de “Estado Social de Derecho” que ingenuamente decimos tener.
Son los mismos con las mismas, en un proceso de “reencauchadora” política, para hacer con el país lo que les dé la gana, como les da la gana, beneficiando minorías, al costo inmenso de hacer que mayorías paguen los platos rotos de la falta de ética y de valores de los que nos están gobernando, una caterva de personas cuestionadas y llenas de señalamientos que no se sonrojan ante la evidencia, esos que quieren acabar con el derecho a la oposición, con esa vulgar política impuesta por el “mesías de Salgar” y su séquito de áulicos y lamesuelas.
Se volvió política de Estado desacreditar al opositor; tratar de impedir el desacuerdo por las vías pacíficas, imponiendo métodos de propaganda política sucia, haciendo que el opositor sea sometido a toda una red bien estructurada de jiferos de honras. Así logran hacer que los grandes escándalos del país pasen al olvido, con una masiva arremetida de mensajes, utilización de medios, redes sociales y propaganda negra, con la que logran que los verdaderos delincuentes de cuello blanco pasen tranquilos, escondidos en los escándalos de naderías y cuestionamientos superficiales e insulsos.
Ahora, no estar de acuerdo con las políticas del actual gobierno, que es la continuidad del gobierno que comenzó en el 2002, convierte automáticamente al que no está de acuerdo, en “terrorista”, “comunista”, “de izquierda” o “mamerto”. Una verdadera alegoría de mala estofa, a la falta de una verdadera vocación democrática. Porque las democracias de verdad, tiene oposiciones fuertes, grupos que cuestionan políticas y rumbos, para el mejor desarrollo de un país. Aquí no. Acá es el reino de la desinformación y la manipulación, para convertir fanáticos y supuestos salvadores en héroes. Ídolos de barro, sin pilares sólidos, apuntalados en la frágil pero muy eficiente política basura; una alegoría a los que fungen de salvadores, cuando son los que convierten todos los días el país en platanal.
Colombia nos duele a muchos, a millones, que estando en la legalidad tenemos que pagar los platos rotos, que dejan en el festín de basura política, los que hoy nos gobiernan con su “patrón” al mando.
No somos anarquistas; somos la antítesis del desorden institucional. No somos comunistas, ni de extremas derechas o izquierdas, que al final son la misma porquería. Somos colombianos que tenemos dolor de patria. Colombianos con dignidad, respetuosos del Estado de Derecho, amigos de la solidaridad, trabajadores, personas que hacemos parte de esta patria vuelta pedazos por los politiqueros de siempre y por los acólitos que les sirven de rodillas; esos amigos indecentes de la genuflexión, aduladores de oficio de los que por desgracia tienen el poder.
Tenemos que volver a repensar el rumbo que queremos para los que nos siguen, con objetivos claros, con conciencia de país decente, donde la democracia sea reina y la justicia virreina; donde podamos tener un país viable, no convertido en el latifundio de los que viven de exprimir al Estado, comerse el presupuesto y volver miseria nuestra nación.
Que Duque se destiña el pelo, recobre su perdida autonomía y personalidad; que los no pocos cuatreros que lo acompañan sean reubicados y que el “patrón” demuestre que tiene un mínimo de dignidad pasando a buen retiro. Si no lo hacen, le dan la oportunidad de ejecutar la “hecatombe” que tanto le preocupaba, pero que será sin duda producida por él.
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