Se acabó la algarabía. El espectáculo llegó a su fin. Quedaron los elegidos definidos en toda Colombia. También los que se quemaron y perdieron los comicios. Se eligieron muchas personas para diferentes puestos. La burocracia, ese pastel tan apetecido por grupos de politiqueros y partidos; grupos que han perdido su razón de ser por las alianzas estratégicas absurdas que hacen, todo para hacerse al poder. Ya todo está consumado. La paciencia de los electores consumida. Tenemos nuevos representantes de la policlase que manejará los destinos de los departamentos y municipios durante los próximos 4 años.
Entre los elegidos hay mucho "avivato", mucho hablador de carreta. Una reedición en política de lo que el psicoanalista francés Dominique Laporte describió en su libro “La historia de la mierda”. Los hay desconocidos, aparentemente nuevos en política, aunque no lo sean, pero participantes en estas elecciones en representación de muchos grupos políticos. Los hay decentes, sin duda. Honrados también, no sobra decirlo. Pero son tan pocos que confirman la categoría de la política como una actividad degradada.
Votaron cerca de 21 millones de personas, lo que representa un 57% del potencial en Colombia. Lo hicieron en las 107.703 mesas habilitadas. El 5%, 1.006.884 ciudadanos votaron en blanco. 383.271, el 1,8%, fueron anulados, y 543.309 votos, el 2,5%, fueron no marcados. Así, con esas cifras, hoy sabemos en manos de quien quedamos. Fue buena la noticia de que contrariando elecciones pasadas, no hubo violencia, con excepciones que no por mínimas deben ser toleradas, como la ocurrida al candidato César Álzate en La Dorada, Caldas.
Por supuesto hubo compra y trasteo de votos. Las maquinarias salieron a funcionar con frenesí para transportar electores a donde les tenían el voto cautivo y pagable después de que demostraran con foto en mano (violando la prohibición de la utilización de celulares) por quién habían marcado el tarjetón. Una algarabía exagerada para un país que todavía vive en el medioevo y cree en la política como un derecho de minorías que se hacen al poder, para enriquecerse a costa de vaciar los bolsillos de los electores.
Pero no todo es malo. La derrota humillante del cacareado Centro Democrático, es una patada en “las Pastranas” de Uribe. Demuestra que la gente está cansada de lo que no es democrático y no es seguro. El partido liberal, atomizado, sin norte, con principios endebles, capaces de cualquier coalición en el intento. El Conservador, en el que hay mucho conservatismo y pocos conservadores, perdió también. Pero lo más importante, perdieron los votos los que creían con “fe ciega” podían decidir por un país manipulando las creencias religiosas de millones de seguidores de ese perverso negocio en que convirtieron los pastores las iglesias, con las cuales se enriquecen, empobreciendo a los desesperados que depositan su esperanza en las falsas promesas de mesías inexistentes, utilizando con vulgar sacrilegio los Libros Santos y la Biblia, convertidos en un filón inagotable del cual obtienen multimillonarias sumas, libres de impuestos, para desgracia de los fieles crédulos que hipnotizados todavía les “comen cuento”. La fe, para el que la tenga, no puede costar nada, es un sentimiento interior, que es gratuito y por el cual no se pueden seguir cobrando “voluntarias donaciones” para burlarse de los desposeídos y de los crédulos.
Esperemos que la promocionada diferencia no sea igual o peor que la pestilente clase política que teníamos. En definitiva la esperanza es lo último que se pierde. Esperemos que gobernadores, alcaldes, diputados y concejales cumplan lo que prometieron. Es el despertar de una nación que está hastiada con la clase política que la maneja. Ojalá los que los remplacen demuestren que las diferencias eran reales, que las promesas no eran anzuelos, que la propaganda no era “cháchara” con la que se manejan incautos.
La soledad de Iván Duque Márquez quedó al descubierto. Su improvisada elección como presidente hasta ahora no ha demostrado cambio alguno de lo que prometió en épocas preelectorales. Es hora de corregir el rumbo, si no quiere pasar a la historia como el títere que manipuló el innombrable, para con la ayuda de funcionarios de los que cuentan, tachan, alteran y enmiendan los votos, haber accedido a tal dignidad.
Estamos preparados. Mantendremos la actitud vigilante y pondremos en evidencia la realidad de lo que hagan en sus nuevos cargos. ¡Alea iacta est!
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